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Riachuelo de los navíos: su muerte y resurrección

A mis Queridos Amigos Jorge Sim y Jorge Zal que regaron oportuna mi autoestima, sacrificando las suyas.

Estas páginas que siguen sobre el Riachuelo de los navíos vienen siendo publicadas en el sitio alestuariodelplata.com.ar que trata numerosos temas del estuario y sus tributarios.

Pero a los efectos de facilitar la atención concentrada en las dificultades hasta ahora por nadie apuntadas sobre la falta de pulsos de Vida en el Riachuelo que permitan sostener su condición de río; ésto es: de tránsito camino al estuario;

apreciamos por separado resaltar en los términos más contrastados estas materias, para que nadie tenga dudas a qué muerte nombramos y a qué resurrección aspiramos.

Si bien la política de la Suprema Corte ha sido dejar el pasado temporariamente de lado para enfrentar el horizonte calamitoso que durante casi 150 años reconoció todo tipo de miserias certificadas en el reino de bacterias anaerobias inexpugnables más extendido y antiguo de que tengamos noticia en ámbitos regionales,

nos vemos obligados a precisar la antigüedad de la muerte del Riachuelo para ubicar las pérdidas naturales que le alcanzaron y la necesidad de recuperarlo de esas pérdidas que nadie parece haber advertido, pues nadie, repito, habla de ello.

Varias son las páginas que tratrarán sobre el presente inmediato, antes del breve respiro que acercan los viejos relatos que Enrique de Gandía nos regalara en 1936 sobre "La Historia de la Boca del Riachuelo".

La primera de ellas es una suerte de prefacio donde desnudamos nuestra intención de comunicar lo que pudiera resultar incomunicable para los oídos de los físicos en dinámica costera, los ingenieros hidráulicos y los modeladores matemáticos que operan el laboratorio de mecánica de fluídos del Instituto Nacional de Agua en Ezeiza y el laboratorio de modelación matemática de la Facultad de Ingeniería de la UBA; incluyendo entre estos a los profesionales que atienden estos temas desde consultorías privadas nacionales e internacionales.

Las imágenes que a mí me ayudaron a dejar de lado el catecismo de mecánica de fluídos que guía a estos profesionales, han sido mejoradas y multiplicadas en detalles, cada día durante dos largos años.

Hoy el Google Earth que fuera herramienta insustituíble para mirar y acercar archivos de imagen sobre estas cuestiones, se ha visto invitado por alguna avestruz a velar las áreas del estuario que siguen a las inmediaciones ribereñas.

Aún así he logrado conservar los archivos que hasta el año pasado me fueron guiando para nutrir mirada; y hasta he llegado a mejorarlos en todo aquello que apunta referencias a la deriva litoral; ésto es, los primeros 150 a 180 mts de las márgenes estuariales.

Cada día redoblo esfuerzos en capturas y mejoras en el laboratorio digital para calificarlas con alcance a mayores precisiones, y desconozco haya en la web información de imagen secuenciada más calificada en su particular especificidad.

Muchas serán las oportunidades en las que referenciaremos a hipertextos de http://www.alestuariodelplata.com.ar que en los últimos 30 meses no han dejado de multiplicarse.

En todos los casos me siento eternamente agradecido a mis dos Musas, Estela y Alflora.

La primera, responsable durante casi dos décadas de mi pluma poética que también adhiriera a perforar las pirámides burocráticas en el lenguaje más horizontal.

La segunda, en los últimos cinco años, apuntando al orden físico y moral para asistir demandas; y soplando el fenómeno eurístico que por 30 años ellas en mí incentivaron para orientar mi mirada, apurar imaginación y guiar conceptualización con trabajo personal que jamás lograría, ni quisiera ocultar sus Gracias.

Por ello las refiero moviendo la alegría y confianza que estas páginas deparan, sin pesar en ellas la soledad, sino el carácter de utilidad que tal vez logren algún lejano día alcanzar a los erarios de muchos desorientados en nuestra Sociedad, asentados en los maltratados cursos tributarios, en las riberas estuariales y en los valles y planicies de inundación.

Francisco Javier de Amorrortu, 10/9/08

Muerte y Resurreción

El Riachuelo-Matanzas, es difunto de cuya muerte nadie quiere referir para evitar  mayores desconciertos .

Muerto al que nadie menciona entre los muertos, aunque millones de muertes en 222 años le acompañen.

Hoy viene siendo velado, aunque sin mencionar la palabra muerto, con los acordes de un supuesto saneamiento.

Esta expresión resulta en extremo inapropiada, por no decir imposible, sin antes resucitar los flujos muertos.

Esta materia no es cultural, ni política, ni económica, sino de simple reconocimiento de sus pulsos vitales.

Si un paciente no tiene pulso, ¡¿a qué hablar de saneamiento?!

Habiendo muerto hace 222 años y siendo sus flujos cimiento vital de cualquier plan, ¿cómo es que nunca nadie observó la necesidad imperiosa de aplicarse en primer término a la resurrección de sus pulsos, ya no limnológicos, sino reológicos?

Nadie observó qué significación tuvo la ruptura del cordón litoral,

así como tampoco nadie hizo incapié en el valor de los cordones litorales.

¿Acaso están de adorno?

¿De qué sirve construir modelaciones matemáticas  con el sostén de un laboratorio de mecánica de fluidos, obsoleto sin remedio para estudiar este muerto, sin siquiera intentar amasar comprensión de su deceso?

Tampoco lo han hecho en Sanborombón a pesar de la descalificación terminal que les regaló el Dr. Profesor Gregori Koff a cargo del Departamento de Desastres Geológicos de la Academia de Ciencias de Moscú.

Nadie duda de las pestes que le cargan a diario. Nadie duda que las declaraciones de la Secretaria Picolotti en la última audiencia en la S.Corte  descubriendo cargas másicas de saturación infinita;

imposibles de superar en daño ni aunque lo intentaran a propósito: cero de oxígeno; DBO 9 veces más alta del máximo permitido y  valores (SSEE) de grasa 1300 veces más altos que lo permitido.

Sin hablar de los  bárbaros o santos que las generan, para alcanzar estos récords es elemental reconocer que no pesan en sus conciencias por estar cargándolas a la cuenta de un  muerto.

De hecho, si las aguas del Riachuelo fueran las que encontró Mendoza, ni el más salvaje atentaría contra ellas. Tratándose de un muerto, qué importa! 

Cuánto menos, si al certificado de defunción del muerto, los médicos ingenieros modeladores matemáticos lo vienen demorando para no confesar su larga incapacidad para hacer, tras 222 años, la demorada autopsia. 

Hablar de sanear su sistema digestivo cabrá luego de advertir pulsos en sus flujos.

Por cierto, tampoco ninguno de los dedos que manipulan las demandas, o las defensas, hablan de ello.

Es como si se hubieran puesto de acuerdo para ocultar juntos al muerto; y así las excelencias ministeriales se gasten unos años de Vida encendiendo velas  para iluminar su paciencia.

Las veladuras alrededor de la muerte del Riachuelo han logrado tapar, no una, sino varias muertes.

Sorprende que así como nadie habla  de sus flujos frenados por el ingreso contra Natura de las advecciones mareales, tampoco lo hagan con la descomunal sedimentación en su cauce inferior. 

Más allá de la alergia que provoca acercarse a estas riberas en términos sanitarios, sociales y económicos, estas materias concretas de sus flujos muertos y sus deposiciones sedimentarias internas, -tan graves y tan olímpicamente menospreciadas-, jamás lo serían, cabe reconocer, por falta de honestidad de los intelectuales que deberían tallar en estas materias, sino por ignorancia inconcebible completa.

Las academias protegiendo catecismos suelen ser como las iglesias protegiendo dogmas.

El caso es que sólo esas dos menciones deficitarias de atención arriba señaladas, son harto suficientes para descubrir un abismo en la mirada de esos profesionales.

Abismos, que luego cada uno de ellos alcanzará tal vez oportunidad de valorar y armonizar, cargando sin salida inefable dolor y desconsuelo.

Son tan extraordinarias estas ausencias de mirada a cosas tan elementales, que es imposible, tanto el ocultarlo como llegado el momento de ellos advertirlo, el consolarlos.

Y el desconsuelo no será por advertir la muerte del Riachuelo, sino por advertir que han vivido encerrados en una secta, mirando su catecismo sobre “ola oblicua”; pleonasmo de analogías “paupérrimas”, multiplicadas en contraste de calamidades a la enésima potencia.

Resulta tan abismal esta advertencia que no alcanzo a avisorar consuelo para el que intuya las consecuencias de sacar la vista de ese catecismo y mirar los procesos de convección natural interna apadrinando todas las salidas tributarias estuariales; tanto de los grandes como de los más pequeños cursos de agua de planicie del planeta.

En el instante que ese ingeniero hidráulico modelador intuya esta materia, la muerte, por un instante, se apoderará de él.

Prácticamente todo lo obrado quedará al descubierto como lo peor obrado; como lo más errado.

Me gustaría encontrar un camino menos abismal para visualizar ese proceso interno personalísimo, pero no lo encuentro. Ojalá algún eureka les regale tránsito suave a esa vivencia.

Es tan elemental la ceguera de ese abismo que a la conciencia racional no le queda más remedio que estallar en lágrimas incontenibles toda vez que lo vea.

Seguirán a estas materias el reconocimiento del valor de la deriva litoral; el valor de los cordones litorales con sus prolongados e impecables sedimentaciones cuspidadas; e inclusión de herramientas que asociadas a la mecánica de fluídos les mostrarán una riqueza nunca por ellos explorada, ni aquí ni en el exterior.

Sin duda, a qué dudar que estos asertos son propios de un loco que no da mayor importancia aparecer hablando con las paredes, dejando sus expresiones grabadas como grafitis en la web;

convencido de que nadie parece dispuesto a firmar el acta de defunción, dos siglos demorada, de la muerte del Riachuelo. 

Siendo, no obstante, tan fácil probar mi locura como probar los 222 años de esa muerte.

No sabemos  por cuánto tiempo esa dificultad para hablar sobre la locura y sobre la muerte que solemos tener casi todos los mortales, seguirá pesando en la forma de encarar la solución ordenada de nuestros problemas con el Riachuelo,

que repito, no pasa en primera instancia por su saneamiento.

Nadie puede aplicar sus energías a mirar lo que vierten y quiénes y cómo vierten, si antes no blanquean el alma del problema velado al conocimiento durante 222 años.

Tras el puntual desconcierto al que conducirán ver cada una de las etapas del plan de saneamiento matemáticamente incumplidas, tal vez empecemos a sospechar que aquí hay algo más pesado que un muerto.

Y aplico la raíz "matemática" porque bien parecen sus cultores los más elevados y respetados clínicos del Riachuelo; aún por encima de los que desde la luna lo miran.

No hacer incapié, repito una vez más, en la pérdida anual de 8 cms de profundidad y en el mísero balance de sus flujos, es estar mirando para otro lado.

Y da lo mismo si traducen el ojo dulce y la mirada repentina en matemáticas. Pero no da lo mismo si la mirada de arranque es  catequesis.

No es mi tarea explicar por qué lo hacen, porque me revuelve las tripas mirar esas páginas de su catecismo; aunque, qué más quisiera que conceptualizar con sencillez extrema las relaciones a convección natural interna y a capa límite térmica, tan sencilla que les permitiera desviar por un momento la mirada consagrada en su formación, sin sentir una transgresión.

Sin embargo, es suficiente esa falta de mención y de atención a estos dos descomunales problemas, para declarar su extrema falta de habilidad para acercar respuestas.

De alguna forma sin duda mortificante, después de un par de siglos de ver multiplicadas muertes que nadie parece querer recordar, es inevitable que alguien algún día lo señale instalando la mirada en la dinámica natural más compleja que regala un poquito de calor, transferencia de masa sedimentaria y termodinámica; con independencia, repito, del catecismo obligado a mirar olas oblicuas.

Siendo muchísimo más fácil devolver pulsos de Vida al Riachuelo, que dar vuelta la página de un catecismo que tiene a todos los ingenieros hidráulicos del planeta embobados.

Ya fue expresado que para decir estas cosas es inevitable dejar la elegancia para el sastre.

Y quien esto expresara también recomendaba que no cabía nos lamentáramos por nuestras dificultades con las matemáticas, porque las de él eran aún mayores.

Aún valorando la imaginación bien por encima del conocimiento, no hubiera sido capaz de sanear un muerto sin antes resucitarlo.

Después de recuperar sus pulsos vitales se dedicaría a pensar cómo y qué darle de comer.

El orden de los factores aquí cambia la historia de un millón de esfuerzos.

Francisco Javier de Amorrortu, 4/9/08