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Cordones litorales es el nombre acreditado a las muy prolongadas formaciones cuspidales que acompañan y hacen posible las salidas de los tributarios hacia un cuerpo de agua mayor o hacia el mar.

A pesar de las intervenciones del hombre he logrado registrar noticia fotográfica de estas antiguas formaciones desde Mar Chiquita hasta Avellaneda.

La mecánica de fluidos siempre acreditó en sus catecismos al oleaje oblicuo la gestión de sus desarrollos. Pero mi inocente mirada satelital desprovista de catecismos antes de chocar contra el muro escolástico de los físicos en dinámica costera, se había nutrido de otros pareceres que en ningún momento imaginaron a esa ola como factor de creación.

Tampoco la mecánica de fluidos me parecía demasiado importante en una planicie extrema acostumbrada a hospedar millones de hectáreas de áreas endorreicas.

Sus debilísimas manifestaciones de flujos quedan acreditadas cuando escuchamos que el Riachuelo tiene flujos mínimos promedio de tan sólo 3m3/s. Su cuenca: 225.000 Has. El Luján tiene una cuenca casi similar en superficie y pendiente, y sin embargo dicen entrega 56m3/s. De hecho, tampoco es así, pero dejemos estas diferencias para más tarde.

Un cóctel de mecánica de fluidos, calor, transferencia de masa y termodinámica me resultó más apropiado para empezar a explicar lo que mis ojos veían. En algunas regiones del Delta Central que quedaron encerradas por las islas de reciente formación, no había oleaje oblicuo alguno que explicara lo que allí sucedía con la dirección de los flujos costaneros.

Tampoco en la costa oriental parecían estas situaciones responder a estas teorías religiosas. Pero lo más curioso era que nadie estaba alerta para poner en duda estos catecismos y relacionar con herramientas de ese coctel arriba mencionado, las energías en juego, el origen, la función de los cordones y en particular, la asistencia primordial a los flujos de salida de los tributarios.

La primera alerta sobrevino cuando advertí la depreciación del corredor natural de flujos costaneros, que en la costa de San Isidro y Vicente López había quedado casi muerto. Allí las imágenes satelitales me mostraban extensas plumas de vertidos que navegaban en dirección contraria a los flujos, con una extensión y una dirección tan poco imaginada en mi estrecho panorama inicial, que no dudé en perseguir mirada más afinada a estas cuestiones.

De aquí surgió la primera noticia de que la estrecha banda de aproximados 150 a 180 mts que por el cordón acompañaba las originarias salidas tributarias, se habían extendido a 4 Kms de ancho; moviéndose lentas, desorientadas y disociadas.

En respuesta a esa primera manifestación del caos de nuestros flujos ribereños urbanos, fortalecí la calidad y cantidad de mis archivos de imágenes satelitales de estos cordones; y a poco descubrí su función primordial y sus orígenes.

La famosa ola oblicua y la no menos famosa deriva litoral se debían a trascendencias convectivas. Eran convecciones internas dentro del cordón en la única dirección y espacio posible, las que potenciaban al tributario para salir discretamente al cuerpo de agua mayor.

Estas transferencias de energía trascendían, adicional y paralelamente, en convecciones atmosféricas determinantes de la dirección del viento, las olas y los flujos en las inmediaciones costaneras. Pero no eran las olas la madre del borrego, sino esas múltiples transferencias de energia que llamamos “calor”.

Este calor, tan básico como funcional al proceso convectivo permitía a Natura sacar afuera las aguas tributarias, por ese espacio protegido con mayor temperatura que las exteriores a él, que regalaba el cordón.

Por ello hablamos de convección “interna”. Entre ambas aguas, internas y externas al cordón, localizamos una capa límite térmica responsable del prolongado y prolijísimo depósito cuspidado que alcanza acreencias al cordón.

La masa sedimentaria trasladada por las más caldas del tributario, al rozar esta capa límite encontraba el infranqueable filo térmico que no sólo impedía la convección exterior, sino que provocaba la delgada sedimentación en su virtual pared decantadora.

Sus acreencias alcanzando un día a saturar ese trayecto, conformaban uno nuevo paralelo. Y así durante milenios; suavemente, sin necesidad de meter al oleaje en esta cuestión.

No sólo no cabe meter al oleaje en esa cuestión de subordado prolijísimo, sino que merced a su trazado y traslado inverso a los flujos y transversal a las violencias externas, es el principal recurso que impide la erosión de las riberas. Ver Playas de Mar Chiquita, Mar del Plata y Necochea.

También era observable que dentro de los cordones los flujos alcanzaban a las advecciones mareales, extendida hipersincronicidad.

Queda acreditado que tanto nuestras acumulaciones de vertidos - en la costa de San Isidro superando 20 veces los anchos imaginables si hubieran sido protegidos los flujos naturales;- como las dificultades de salida de nuestros tributarios; sólo se deben a esta extraordinaria ignorancia del paquete de herramientas (FHMT- Fluid Mechanics, Heat, Mass Transfer and Thermodynamics) que nos saca de un plumazo del medioevo del catecismo de nuestros físicos y de su así constituído desprecio de las sutilezas térmicas que hacen a la diferencia entre convección exterior e interior en los procesos de salidas tributarias.

A estas nada sutiles torpezas muy evidenciadas en los comportamientos de los flujos ribereños, se le suma la desconsideración soberana de las disociaciones moleculares generadoras de una formidable capa límite hidroquímica;

que en el caso del encuentro del Aliviador del Reconquista y el Luján, ha dejado perplejo a todo el mundo durante una década, sin atinar a dar respuestas de ninguna naturaleza; y por cierto, sin atisbos de creatividad; cuidando unos y otros, funcionarios e investigadores, sus vestimentas.

Las mismas increíbles circunstancias pesan sobre el Matanzas Riachuelo que desde Abril de 1786 quedó expuesto a las advecciones mareales, para luego comenzar a ver el desarrollo de esa eventración en su intestino delgado que llamamos “Vuelta de Rocha”, provocada por el enfrentamiento de los vectores de flujos y reflujos; y llena de sedimentos precipitados por las diferencias térmicas que las aguas mareales allí mismo alcanzan.

Imaginando que nadie ha aplicado el término “CLOCA TAPADA” para comenzar a destapar lo que allí pasa, el Riachuelo pierde hoy 8 cm de profundidad por año y de eso nadie habla. Sólo de contaminación.

La cuenca del Matanzas es una cuenca literalmente endorreica, pues no tiene flujos de salida. Su salida originaria por el antiguo cordón quedó muerta, cuando por exceso de navíos fondeados en su curso se vieron sus aguas forzadas a romper la curva de inicio del cordón. Allí quedó concretada su muerte como río. NO hay “reos”. No hay flujos.

Cuando se enloquecen instalando 800 bombas (600 descompuestas) para deprimir los mantos en Quilmes, nadie parece advertir que el Matanzas fluje por el delgado manto que media entre las arcillas relativamente impermeables del querandinense y la superficie; y que todo es un simple circuito cerrado al que se le adicionan las aguas importadas del estuario para consumo humano.

Así de sencillo; así de alelador: el Riachuelo-Matanzas es una enorme cuenca cerrada. Sin salida.

Por ello recuerdo estas brevísimas líneas de Einstein:

“Si vas a salir de frente a describir la verdad, deja la elegancia para el sastre”.

“Cada uno de nosotros visita la Tierra involuntariamente. Para mí es suficiente preguntarme por sus secretos”.

“No se preocupen por sus dificultades matemáticas; les aseguro que las mías son mayores”.

“La imaginación es más importante que el conocimiento”.

“Cien veces todos los días me recuerdo a mi mismo que mi Vida interior y exterior depende de los trabajos de otros hombres, vivos y MUERTOS; y que debo esforzarme a fin de dar en la misma medida en que he recibido”.

Las soluciones que he propuesto en el Reconquista son breves y muy simples: desviar la salida del Luján por el Canal Arias. Desviar la salida del canal de Vinculación por el San Antonio. Dejar así todo el curso de salida del Luján para el Aliviador, Tigre y Reconquista.

Potenciar los flujos del San Antonio y orientarlo para devolver energía elemental al corredor natural de flujos costaneros para así poner límites a las super extendidas áreas de "hidrotermias". Esta expresión apunta al territorio generado por ausencia de cordones litorales y de corredores naturales de flujos costaneros, donde hoy se concentran los vertidos urbanos con muy demorada gestión de dispersión.

No siendo posible recuperar los cordones litorales, cabe proponer sustitutos desarrollando intercambiadores térmicos que aceleren el encuentro del gradiente térmico que facilite la convección exterior.

Esta solución de dejar todo el curso del Luján al Aliviador nos ahorra hoy de tener que resolver disociaciones por problemas térmicos e hidroquímicos gravísimos.

También habrá que habilitar la posibilidad de que durante las advecciones mareales, el Aliviador encuentre alternativas de salida también por el canal Arias. El largo y virtual entubamiento de salida en el Emilio Mitre acerca ventajas al Paraná de las Palmas en estos horarios.

Al Riachuelo no le cabe otra posibilidad que recrear mínimamente un recorrido de salida que evite enfrentamientos con las advecciones mareales y con las residuales derivas litorales. La reserva natural parece imprescindible y cabe imaginarla favorablemente afectada.

Las energías y beneficios de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y no de la Provincia, fueron las más responsables de los viejos daños originados en la salida de este tributario.

Francisco Javier de Amorrortu . 23.9.07

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