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A las cuentas deltarias 1; advertencias en el Mississippi

Mis opiniones van en itálica. Francisco Javier de Amorrortu

De los grandes cursos de agua por los que vengo mirando, sólo siento haber encontrado salidas deltarias sanas, en el río Amazonas y en el Zaire.

He puesto la mirada en salidas deltarias como la del Nilo con mil problemas generados por enorme pobreza en todas las áreas, pero es en el Mississippi donde aprecio detenerme considerando la antigüedad de las obranzas y el renombre del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EEUU modelando propuestas de "saneamientos" en planicies extremas con soportes mecánicos extrapolados de energía gravitacional.

Sin sol, ignorando enlaces termodinámicos entre ecosistemas; gradientes térmicos determinantes de convecciones internas responsables de transportes; externas responsables de erosiones; capa límite térmica responsable de disociaciones y deposiciones sedimentarias; estudiando con pobreza la columna vertical; resumiendo en la palabra "estratificación" ricas complejidades; ignorando el sol, repito, sólo con milenaria primaria mirada mecánica alrededor de olas, vientos y mareas han extrapolado la matemática certeza con que justificaron durante siglos sus interminables obranzas.

"Invirtiendo miles de millones de dólares en prácticas anticuadas de expansión de represas, dragado, bombeo y levantamiento de diques; que según el ministro del interior del Presidente Franklin D. Roosevelt respondía al “comportamiento temerario y despilfarrador” del Cuerpo de Ingenieros “insubordinado y egoísta”. En 1974 Jimmy Carter, recriminaba al Cuerpo por sus “justificaciones falsas” y análisis “groseramente distorsionados” de los costos y beneficios de las represas que proponían.

En 2000, el diario Washington Post dedicó una importante serie de artículos a las actividades disfuncionales y deshonestas del Cuerpo. Seis años más tarde, su autor, Michael Grunwald, escribió un editorial posterior a Katrina en el Post, en el que lamentaba que, pese a todas las críticas y artículos de revelación, el Cuerpo continúa exagerando los beneficios, subestimando los costos, representando erróneamente los impactos ambientales, y justificando de otras maneras los proyectos “que mantienen a sus empleados ocupados y a sus patrones congresales contentos”.

 

El río Mississippi constituye el mayor río de América del Norte. Con una cuenca de 3.267 Km2 y una longitud de 3.730 Km, atraviesa el continente en sentido Norte-Sur desde el lago Itaska en Minnesota hasta Louisiana, donde se anastomosa y desemboca en el golfo de México.

El Mississippi sufrió importantes modificaciones y alteraciones. En sus riberas se levantaron 3.500 Km de terraplenes que ocupan 12.300 Km2, 330 Km de espigones y 1.370 Km de empalizadas.

Esto, directa o indirectamente favoreció la pérdida de humedales costeros, llanuras aluviales y la reducción de la intensidad de los pulsos de inundación. La rectificación del cauce, para favorecer la navegación, eliminó meandros y redujo 230 Km la longitud del río. Un 13 % de los 266 reservorios (de 2.500 a 12.000 Ha) que existen en la cuenca se localizan sobre el curso del Mississippi (West Consultants, 2000b).

Tras un cuarto de milenio obrando extrapolaciones de la manzana de Newton, difícil, si no imposible resulta hallar una porción de la cuenca que haya conservado sus atributos originales.

Cubriendo una superficie aprox de 75.000 Km2 con un ancho de aprox. 400 Km, el delta dicen que avanza aprox 100 m por año por efecto del transporte de entre 300 y 450 millones de toneladas de sedimentos, que así reclaman un dragado constante.

 

Otros dicen que el delta va mermando, hundiéndose por compactación y atrape de sedimentos en las cuencas superiores.

Ninguna referencia acercan de la intensidad y dirección de la deriva litoral. Así como tampoco aprecian referir del origen de los cordones litorales al Este y al Oeste de la ancha banda de salida y responsables estos, de todas las acreencias territoriales.

A la suerte natural de las deposiciones por capa límite térmica, siguen estas que alimentan alrededor de la pata de gallo un enorme lodazal; que luego, merced a la temperatura de las aguas encuentra siempre oportunidad de subirse a la deriva litoral para migrar. Mientras tanto, en ese lodazal las dragas realizan sus tareas al azar; interminables tareas, cada vez más alejados de cualquier sistema natural, pero siempre mirando por mayores obranzas.

La sedimentología todavía sigue empleando criterios mecánicos e ignora los correlatos termodinámicos en los enlaces entre sistemas, la función de las capas límite térmica e hidroquímica, la alta capacidad de transporte de los flujos convectivos internos, materias estas que le permitirían a la geología en materia ribereña comenzar a desarrollar criterios en cronotermosedimentología.

Dicen que los grandes trabajos de acondicionamiento del Misisipi y sus afluentes tienen un objetivo triple: limitar las inundaciones, favorecer la navegación y luchar contra la erosión de los márgenes.

Resta mirar cómo funciona el recurso natural y cómo soluciona sus problemas en ausencia de energías gravitacionales con recursos convectivos, a discernir entre internos y externos.

Los proyectos que pretenden reducir los efectos de sus desbordamientos son antiguos y numerosos. A principios del siglo XIX, la idea del encauzamiento del río es preponderante: fundado en 1775, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos (United States Army Corps of Enginneers) emprende varios estudios e inicia grandes obras entre 1812 y 1815. Hay que esperar los años 1860 para ver nacer un debate entre los que quieren encauzar su curso (James Buchanan Eads por ejemplo) y los que no (Andrew Humphrey); la primera opción prevalece finalmente. Se emprenden grandes obras entre 1875 y 1880 en la región del delta. Hoy, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos mantiene estos diques para conservar el curso habitual del río. Sin embargo, el efecto de los diques se revela ineficaz cuando el nivel del río aumenta.

La crecida de 1927 revela el problema. Se decide entonces transferir parte de las aguas del Misisipi a su afluente el río Atchafalaya (Project Flood). Los trabajos se dirigen también a verter gran cantidad de agua en los lagos del delta. Un sistema de estaciones permite también vigilar el nivel del río y dar la alerta en caso de problemas.

El curso superior ha sido acondicionado con 37 presas y esclusas (la mayoría construidas en los años 1930), con el fin de mantener un canal de tres metros de profundidad para el tráfico fluvial. También se han construido lagos artificiales para utilizarse en la pesca y otras actividades de ocio náutico. Las presas no tienen en cambio la función de regular el curso del río. En período de crecida, están simplemente abiertos y dejan de funcionar. Después de San Luis el curso del río está menos encauzado, aunque a menudo está flanqueado por diques.

Otros cambios se llevaron a cabo en respuesta a temblores de tierra a lo largo de la falla de Nueva Madrid, próxima a Memphis (Tennessee) y San Luis. En 1811 y 1812, sismos conocidos bajo el nombre de «terremotos de Nueva Madrid», alcanzaron una magnitud 8, y se asegura que por un momento invirtieron la dirección de la corriente del río. Estos cataclismos también crearon el lago Reelfoot, en Tennessee. A excepción de Davenport, la mayoría de las ciudades que bordean el río están protegidas por muelles sobrealzados o diques.

Si fue objeto de colosales trabajos de acondicionamiento, es también porque es una vía de comunicación esencial para el país. El diez por ciento de las mercancías de los Estados Unidos son transportadas sobre su curso. Desde la época precolombina, el Misisipi es un medio fundamental para el transporte de mercancías. Su orientación meridiana hace de él un eje esencial de penetración al continente norteamericano y una vía de acceso a los Grandes Lagos.

Situado en su desembocadura, Nueva Orleans se desarrolló gracias a esta estratégica situación. Hoy, cerca de la mitad del sistema fluvial Misuri-Misisipi es navegable. Barcos de 2,7 m de calado pueden utilizar su curso y subir hasta Minneapolis.

A partir de 1878, 29 esclusas son construidas entre Minneapolis y San Luis con el fin de permitir navegación río arriba de los buques hasta Minneapolis. Entre 1929 y 1942, se han suprimido 16 meandros en el curso inferior para acortar el trayecto de los barcos en cerca de 240 km. Las consecuencias de estos trabajos fueron un aumento de la pendiente y de la capacidad de erosión río arriba, y de la sedimentación río abajo.

No estoy tan seguro que la erosión fuera provocada por el aumento de la "pendiente", como por generación de convecciones externas; materia esta vuelvo a repetir, por la que nunca han mirado. Para ellos los flujos son laminares y turbulentos. Disfrutan con los pimeros; penan con los segundos y ningunean sus diferencias, roles y propiedades.

El conjunto de la red hidrográfica del Misisipi y sus afluentes alcanza los 8.000 km de longitud. Un canal de navegación lo une con el lago Míchigan (a la altura de Chicago), comunicando así el Misisipi con los Grandes Lagos. Otro canal, el Illinois Waterway, va desde la desembocadura del río Chicago hasta la confluencia del Illinois y el Misisipi. En el sur comunica Florida y Texas a través de un canal lateral, el Gulf Intracoastal Waterway. Varias autopistas comunican los centros urbanos del Misisipi con las diferentes fachadas marítimas del país.

En la primavera de 1927 el río se salió de su curso en 145 lugares e inundó 73.000 km² de tierras, hasta una altura de 10 m y una anchura de 30 km. En Cairo, las aguas se elevaron hasta 17 m. Las inundaciones provocaron la muerte de 200 personas y el desplazamiento forzado de otras 500.000.

A pesar de la magnitud de las crecidas anteriores, fue en 1993 cuando los Estados Unidos conocieron la inundación más devastadora y costosa (12 mil millones de dólares. Otros hablan de más de 200.000 millones) hasta la actualidad. Precipitaciones excepcionales durante la primavera y verano de ese año hicieron crecer el Misisipi y su afluente principal, el Misuri. Ciertas ciudades fueron inundadas durante más de 200 días. El caudal del río sobrepasó 70.000 m³/s en San Luis.

Su nacimiento está situado en el extremo norte del lago Itasca (al norte de Minnesota), a 450 msnm. El río alcanza pronto los 220 metros después de las cascadas de Saint Anthony, cerca de Minneapolis y se le unen los ríos Illinois y Misuri en San Luis (Misuri) y el Ohio en Cairo (Illinois)

Se puede dividir el curso del río en dos partes: el Misisipi superior, desde su nacimiento hasta la confluencia con el Ohio, y el Misisipi inferior, desde el Ohio hasta su desembocadura. El río describe numerosos meandros, en particular entre Memphis (Tennessee) y el delta. La gran mayoría pertenecen a la categoría de meandros de llanura aluvial (también llamados meandros libres o divagantes).

El caudal del Misisipi se caracteriza por grandes variaciones en función del lugar y la temporada; generalmente oscila entre 8.000 m³/s y 50.000 m³/s. En la desembocadura el caudal medio es de 18.000 m³/s, que es mucho para un río situado en la zona templada, y ocupa la sexta posición mundial por su caudal. Pero durante el período de crecidas, el caudal puede subir fácilmente a 70.000 m³/s, alcanzando incluso los 300.000 m³/s durante la crecida de 1927. El río Ohio contribuye con más de la mitad del caudal total del Misisipi (8.000 m³/s).

El curso superior (Upper Mississippi River) va desde las cascadas de Saint Anthony (en Minneapolis) a la desembocadura del río Ohio, cerca de la ciudad de Cairo en el estado de Illinois. La imagen que sigue muestra la unión del Mississippi y Ohio.

Recorre 1.462 km siguiendo una trayectoria en dirección sur-este. El régimen del río es pluvionival con crecidas en primavera y lluvias tempestuosas en verano. El cauce se ensancha considerablemente después de la confluencia del Minnesota. El río atraviesa un valle profundo cavado en lechos sedimentarios en una región que no ha sido afectada por los glaciares de Wisconsin. El lago Pepin, que se formó hace cerca de 9.500 años, se extiende a lo largo de unos 35 km de longitud con una profundidad media de cinco metros. Tiene la capacidad de retener una parte de los sedimentos y de la polución que proviene de la parte más elevada.

Justo al norte de San Luis, el Missouri se encuentra con el Misisipi proveniente del Oeste. Las aguas del Missouri están cargadas de sedimentos y de partículas arrancadas por la erosión. En los años 1950-1960, la construcción de grandes presas en la cuenca hidrográfica del Missouri formó depósitos que retienen los aluviones. Los acondicionamientos humanos afectaron ampliamente al Misisipi superior y a su llanura aluvial. La imagen inferior muestra los anegamientos en la unión del Mississippi y Missouri.

La construcción de diques y la canalización aumentaron la sedimentación del lecho fluvial. La llanura aluvial también ha sido transformada por la construcción de terraplenes con el fin de proteger las instalaciones humanas de las inundaciones. Las tierras agrícolas sustituyen desde hace tiempo las zonas pantanosas y los bosques; estos últimos se encuentran actualmente restringidos a las orillas del río o a las islas y no miden más que unos kilómetros de anchura. Sin embargo, los esfuerzos para calificar porciones de las orillas como reservas naturales protegidas permitieron salvaguardar 800 km² del valle del curso superior del río.

La alta cuenca se extiende desde las nacientes hasta las cataratas de San Antonio, es un tramo torrentoso y corre por terrenos escarpados. Se contabilizan 11 represas y 6 embalses para control de inundaciones considerados de escaso impacto ambiental. Le sigue el Mississippi Superior (hasta la confluencia con el río Missouri), con la extraordinaria relevancia de atravesar zonas densamente pobladas. Cobra gran importancia como vía de navegación y exhibe condiciones propias de un río con llanura aluvial. Posee 27 embalses escalonados “pools”, para mantener el agua dentro de los límites del cauce lleno “bankfull”, que modifican fuertemente el paisaje (Figura 2). Los embalses poseen un área léntica que correspondía a la llanura de inundación y otra lótica, hacia la cola del embalse, con presencia de islas, humedales costeros y canales secundarios (West Consultants, 2000ª). Ver embalses en un sector con 13 cm x Km de pendiente promedio en 670 millas

Fig. 2. Tramo superior del río Mississippi mostrando en corte la sucesión de embalses (pools) construidos.

Los embalses redujeron las variaciones de nivel hidrométrico, de velocidades de corriente y aumentaron el tiempo de residencia del agua en la llanura aluvial, lo que debilitó las raíces y produjo pérdidas en la vegetación terrestre y también alteró los patrones sedimentológicos, hidrológicos y bióticos, favoreciendo la fragmentación del paisaje.

Muchos de los embalses del Mississippi superior presentan un gradiente ambiental muy marcado que define un ambiente lacustre próximo a la presa y otro lótico hacia la cola de los embalses con extensos humedales. Las obras de dragado, albardones y espigones laterales influyeron para dirigir el caudal hacia el thalweg promoviendo la reducción de los cauces secundarios. A su vez, la construcción de empalizadas y terraplenes modifica el intercambio de agua, sedimentos y materia orgánica con la planicie, disminuyendo la superficie inundada.

A su vez la reducción de las llanuras de inundación estimuló el avance de la agricultura sobre los fértiles terrenos de las planicies. Se estima que un 66% del valle de inundación original del Mississippi fue modificado por prácticas agrícolas y que sólamente un 23% de la llanura aluvial mantiene las condiciones naturales. En el Mississippi superior y sus afluentes existe una progresiva y dramática pérdida de las planicies de inundación, siendo reemplazadas de Norte a Sur por tierras cultivadas.

Discusión

Los grandes ríos con llanura de inundación representan sistemas complejos de importante valor ecológico. Proveen áreas de refugio, alimentación, reproducción y cría para diversas especies y actúan como corredores de biodiversidad para las especies migradoras (Sparks, 1995; Welcomme, 1985).

Exhiben ciclos biogeoquímicos complejos donde las comunidades biológicas están indisolublemente ligadas a los cambios de las características ambientales. Diferentes paradigmas trataron de reflejar estos aspectos. El concepto pionero del “continuum” introducido por Vannote et al., (1980), puso en evidencia la importancia de los procesos de transporte longitudinal de materia orgánica y nutrientes y su relación con el aprovechamiento por parte de la biota. Un aspecto central relacionado con este concepto son los desplazamientos y el reciclado de los nutrientes y de la materia orgánica que se produce unidireccionalmente aguas abajo. Este fenómeno conocido como espiralado de nutrientes (Elwood et al., 1983) se vincula con la dinámica energética del sistema debido a la interacción entre el transporte de nutrientes, el arrastre de carbono y los procesos biológicos y ecológicos que derivan de la oxidación de carbono orgánico. Por otra parte, el concepto de pulso de inundación desarrollado por Junk et al., (1989) emergió como un modelo conceptual apropiado para grandes ríos con llanura aluvial. Refleja adecuadamente el intercambio de materia y energía que se produce entre el cauce principal y la llanura de inundación gracias a la recurrencia de los pulsos. Este último enfoque pone de manifiesto la importancia de una libre conectividad entre los subsistemas, siendo el elemento crítico para mantener la estructura de la llanura y preservar los procesos que regulan la producción del río a través del intercambio de nutrientes y materia orgánica. Estos procesos se interrumpen cuando los ríos son regulados con represas debido a que se modifican los factores bióticos y abióticos, lo que se refleja en el concepto de discontinuidad seriada (Ward y Stanford, 1983). Claramente la producción biótica es mayor en aquellos ríos con planicies libremente conectadas. Bayley (1995), presentó evidencias de que las lagunas aisladas del canal principal del Mississippi tenían un 64% menos de peces que las que mantenían una conexión periódica, mientras en el río Missouri una reducción del 67% del área inundada de la llanura aluvial, disminuyó un 80% las capturas de peces (Whitley y Campbell, 1974).

Estos paradigmas se cumplen en ríos que no han sido sometidos a disturbios pronunciados y reflejan los procesos que se manifiestan para mantener la integridad ecológica de estos sistemas. Por esto, los intentos de rehabilitación y particularmente de restauración, deben estar dirigidos a recuperar dichos procesos. De acuerdo a Lewis et al., (2000) la restauración de los grandes ríos debería comenzar por recobrar el funcionamiento de las llanuras aluviales, que son áreas de transición acuático-terrestre (Junk et al., 1989) y poseen características ecológicas únicas. Actúan como ecotonos donde se verifican procesos hidro-geomorfológicos que definen un rico mosaico de parches ecológicos (Petts, 1990) y la biota está adaptada a explotar temporal y espacialmente la heterogeneidad ambiental (Ward et al., 1999). La presencia de lagunas, albardones, bancos de arenas, cauces secundarios y meandros les confiere una compleja estructura, mientras que los pulsos de inundación representan el motor que viabiliza los ciclos biogeoquímicos fundamentales.

Sparks (1995) concluye que la restauración de las planicies de inundación representa un paso obligado para recuperar la capacidad de intercambiar materia orgánica con el río que se encuentra directamente ligado a la capacidad de disparar procesos claves como el flujo de materia orgánica y el metabolismo del carbono. Estos procesos se encuentran severamente alterados en el Mississippi, siendo las condiciones de flujos de sedimentos y carbono muy diferentes de los originales. El avance sostenido en el deterioro de los grandes ríos como: Mississippi, Danubio y Rhin, etc. llevo a plantear mecanismos adecuados para recomponer la integridad ecológica y revertir las trayectorias con propiedades ecológicas visiblemente modificadas que conducen a una virtual extinción de los sistemas. Ver /zonasmuertas.html

Si bien se desarrollaron numerosos estudios sobre restauración de ríos de bajo orden, existe la percepción de que los resultados difícilmente puedan ser extrapolados a grandes ríos (Sparks, 1995) con escalas temporal-espacial muy diferentes. La Tabla 1 compara características estructurales y funcionales entre ríos de bajo orden y grandes ríos con llanuras de inundación y confirma la necesidad de establecer criterios diferentes de restauración.

Los grandes ríos representan en general sistemas con alto nivel de impacto en sus cuencas (Gore y Shields, 1995). Esta situación no se aplica aún a los tramos medios e inferior del Paraná los que ofrecen la posibilidad de estudiar un ecosistema fluvial y aluvial donde ocurren procesos naturales que regulan el funcionamiento como ecosistemas integrados. Estos sectores poseen un valle de inundación escasamente perturbado, donde se verifica una libre conectividad entre los diferentes componentes (cauces principales y secundarios, planicies, lagunas interiores, etc.). Esto contrasta con el Mississippi, que plantea diferentes escenarios de acuerdo a las políticas de manejo y gestión que se desarrollen en una u otra cuenca.

En el Mississippi se adoptaron diferentes estrategias de restauración centradas en la rehabilitación de algunos tramos, donde el mayor obstáculo probablemente sea la imposibilidad de recuperar la perspectiva ecológica histórica de la cuenca, modificada desde hace más de 100 años y con escasos sectores donde aún se observan condiciones de baja perturbación. Galat et al., (1998) señalan que únicamente bajo condiciones extraordinarias como lo ocurrido en la inundación de 1993, es posible aproximarse a un escenario que refleje el comportamiento de la biota como respuesta al pulso de inundación. En este contexto, Sparks et al., (1990) notan que la comprensión que los disturbios antrópicos que se originan al regularse los grandes ríos, requiere necesariamente de una comparación con sistemas no alterados. Ver por caso, el río Amazonas o el Zaire

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El Mississippi Medio se extiende entre la confluencia de los ríos Missouri y Ohio y al igual que el tramo anterior, los terraplenes y espigones laterales modificaron los patrones hidrológicos, sedimentológicos y el ingreso de agua a la llanura aluvial, observándose, en el estiaje, desecamiento de cauces secundarios.

Por último el bajo Mississippi corresponde al tramo hasta la desembocadura en el Golfo de México con la llanura de inundación más desarrollada. Sin embargo, es donde mejor se aprecia la interacción con otros ecosistemas que dependen en alguna medida de la cuenca del Mississippi.

La regulación del régimen hidrológico del río a lo largo de todo el curso modificó el patrón de crecientes y bajantes que dejaron de ser marcadamente estacionales para convertirse en irregulares y atenuados, aumentando las crecidas extraordinarias.

Asimismo se observó una reducción dramática en la tasa de transporte de sedimentos, que disminuyó un 75 %, y favoreció la salinización de los humedales costeros en el golfo de México (Martín et al., 2002). Procesos atribuidos, reitero, a los numerosos embalses construidos en toda la cuenca y a la pérdida de las llanuras de inundación (West Consultants, 2000b). Asimismo, aumentó de transporte de nutrientes debido a la actividad agrícola y la pérdida de humedales riparios que actuaban como filtros naturales, generando hipoxia en las aguas costeras (Mitsch et al., 2001).

Uno de los casos de hipoxia más notorios y estudiados en el mundo se encuentra en las costas de los estados de Louisiana y Texas. Ahí, durante todos los veranos el proceso comienza y culmina en una vasta región del fondo del océano que, al no alcanzar concentraciones de oxígeno que sobrepasen 1.4 ml/l ocasiona que los barcos de arrastre no puedan capturar en sus redes ya sea camarones, o peces del fondo del mar. Los bajos niveles de oxígeno alejan a los bancos pesqueros y sofocan a los otros habitantes del lecho marino, como los langostinos, cangrejos, caracoles, almejas, estrellas de mar y gusanos.

Al entrar al Golfo de México, el agua dulce de la cuenca hidrográfica del Mississippi flota sobre el agua más densa y salada del golfo y su resultado es una estratificación de la columna de agua. Esta estratificación se intensifica en el verano y no permite que el oxígeno de las capas superiores del golfo se profundice.

Una vez más vuelvo a disentir. Sin estudios de la deriva litoral y sin reconocimientos del peso de las aguas dulces con inclusión de sus cargas sedimentarias y de la particularidad de sus flujos convectivos naturales internos positivos y de los aprecios de la deriva litoral y los flujos convectivos internos en general, por mantener limpìos los fondos, fácil resulta estimar con muy pobres estudios de la columna de agua, que la dulce flota sobra la más salada. No sólo cabe mentar un problema picnal, sino marcadas diferencias térmicas, hidroquímicas que se traducen en energías convectivas marchando disociadas. Congelar estas materias en la palabra "estratificación" no es suficiente.

Ver por caso las salidas de las aguas dulces del Amazonas marchando disociadas por la costa atlántica y luego cruzando la plataforma continental para sumergir su carga sedimentaria en el talud oceánico. Aquí prueban marchar por debajo de las saladas en un trayecto no menor de 650 Km hacia el NO en la boca Norte y de 420 Km hacia el Norte en la boca Sur. Lo que sigue a esa descarga en el destino de esas aguas es materia inexplorada.

El río Zaire, el único que advierto con un mix de energías convectivas y gravitacionales, hace algo parecido pero batiendo récords de inmersión a un régimen de 15 m por Km hasta los 1900 m de profundidad, manteniendo limpia la fosa de descarga en todo su recorrido; que no sabemos, reitero, dónde termina. Y no son aguas saladas las que realizan esta tarea, sino dulces que al parecer no son tan livianas ni quieren abandonar tan fácilmente su personalidad mezclándose con las saladas. Vuelvo a repetir, hablar de estratificación no es suficiente; hay mucho mayor misterio para develar y esta tarea comienza por acopio de imagen fenomenal.

Los trabajos de seguimiento de estas estratificaciones que mentan son tan numerosos como pobres en criterios termodinámicos y la columna vertical suele estar muy mal representada. Veremos estos temas con más detalle un poco más adelante.

La imagen que sigue pertenece al Aquarius dando cuenta de las enormes distancias que a nivel superficial descubren el Amazonas y el Zaire en la pertenencia atlántica de sus aguas dulces, aún sin decir una sola palabra de la profundidad a la que marchan; que por supuesto, no queda resuelta por las lecturas superficiales del Aquarius.

La imagen que sigue pertenece a la primera reciente tarea regalada por el VIRS

Por ser compilación de diferentes trabajos estas miradas vuelven reiteradas. De todas maneras, aunque hablan de las mil intervenciones humanas, algunas veces confiesan y otras soslayan sus consecuencias.

La descarga del río Mississippi contiene niveles altos de nutrientes, tales como nitrógeno, fósforo y sílice; parte de ellos son naturales pero muchos derivan de la amplia utilización de fertilizantes en tierras de cultivo que drenan al Mississippi y por último al Golfo de México.

Como en el caso de los fertilizantes que se aplican a los pastos y granos, estos nutrientes estimulan el crecimiento del fitoplancton (plantas microscópicas o algas) en las aguas superficiales del golfo. Estas plantas microscópicas sustentan a su vez al resto de la cadena alimenticia marina. Sin embargo, cuando estas plantas mueren y llegan al fondo, la descomposición natural de este material orgánico despoja a las aguas profundas del golfo del poco oxígeno que pudieran contener.

En las cuatro últimas décadas, la cantidad de nitrógeno transportada por la cuenca del Mississippi se ha triplicado. Las algas producen en la actualidad más carbono del que producían históricamente y las condiciones de agotamiento de oxígeno han empeorado.

El curso inferior (Lower Mississippi River) discurre al sur de la confluencia con el Missouri. El Misisipi continúa su trayectoria hacia el sudeste y posteriormente hacia el sur después de la confluencia con el Arkansas. La llanura aluvial se caracteriza por numerosos meandros cargados de barro que multiplican por tres la longitud del curso. Se trata de un sector relativamente ancho, de pendiente suave hacia el golfo de México, dominado por terrazas aluviales poco elevadas. Las altitudes son poco considerables, en general unas decenas de metros por encima del nivel medio del mar. Aparte de los sectores desbrozados, subsisten las grandes zonas de pantano y de bosques. También encontramos numerosos lagos de herradura y meandros de gran amplitud. En el sur de Cairo, la llanura aluvial se ensancha y se hace menos profunda a causa de la erosión de los lechos terciarios llamados bluffs. En el bajo Misisipi, numerosos afluentes discurren paralelamente al río a lo largo de una distancia bastante grande, antes de desembocar finalmente en el río. Al sur está sometido a un clima tropical marcado por los ciclones a finales del verano y principios de otoño. La helada invernal evita generalmente esta región. El paisaje se caracteriza por zonas húmedas y pantanosas, a menudo insalubres, en el delta del Misisipi y el bayou: se trata de brazos y de meandros abandonados por el río y que forman largas vías de agua estancada y constituyen una red navegable de varios millares de kilómetros.

E l río Mississippi ha tenido decenas de deltas distintos a lo largo de millones de años, de hecho, en los recientes 5.000 años, el río cambió nueve veces de desembocadura. Desde el Estado de Illinois hasta la desembocadura actual, todo ese lecho de sedimentos es fruto de sucesivos deltas del río. Cuando se construyó un canal a principios del siglo XIX, el río buscó reunir el lecho y la desembocadura del río Atchafalaya, a 95 km al Oeste de Nueva Orleans. Así fue que el Mississippi abandonó su canal actual como un canal de escurrimiento de primaria, y migró a la Cuenca Atchafalaya.

La cuenca Atchafalaya en torno a la llanura del río, está constituida de pantanos de cipreses calvos y marismas que aumentan las condiciones salobres y finalizan en hierbas pantanosas de Spartina, cerca de la desembocadura del golfo de México. Incluyen el Río Bajo Atchafalaya, Lago Wax Outlet, Bahía Atchafalaya, Río Atchafalaya, Pantano Chene, Pantano Boeuf y el canal navegable Black.

La cuenca, que es susceptible de grandes inundaciones, está escasamente habitada. La cuenca tiene alrededor de 20 millas (32,18 km) de ancho (de este a oeste) y 150 millas (241,4016 km) de largo. Con 595.000 acres (2.407 km²), es el pantano natural más grande de la nación, que contiene importantes superficies de bosque de madera noble, pantanos, y lagos de aguas estancadas lakes.

Las pocas carreteras que lo cruzan pasan por las cimas de los diques. La Interstate 10 que atraviesa la cuenca por medio de pilares elevados desde Maringouin, Louisiana a Henderson, pasa por un puente de 18.2 millas (29,29 Km) 30°21′50″N91°38′00″O / 30.36389, -91.633333.

Geológicamente, Atchafalaya ha servido periódicamente como canal principal del río Mississippi mediante el proceso del cambio de delta, que ha formado la extensa llanura del delta del río. Desde comienzos del siglo XX, debido a las alteraciones artificiales del canal, el Mississippi ha tratado de cambiar su canal principal de Atchafalaya. Por ley, una proporción regulada del agua del Mississippi es desviada al Atchafalaya por la Estructura de Control Old River.

El control de las inundaciones, junto con las del Mississippi, se ha convertido en una cuestión controversial en las recientes décadas. Se ha generalizado la sospecha de la canalización del río y la posterior disminución de las tasas de sedimentación se ha convertido en una grave degradación de las marismas que rodean los humedales, así como el aumento de pueblos sumergidos y tierras agrículas. La Inspección Geológica de los Estados Unidos (USGS) informa que alrededor de 29 millas cuadradas (75 kilómetros cuadrados) se pierde cada año.

Las marismas costeras constituyen una zona de amortiguación que protege toda la costa de Luisiana frente a los huracanes del golfo de México y disipa las consecuentes marejadas ciclónicas. Los pantanos dependen de la reposición de los sedimentos depositados, que ahora se están depositando sobre el borde de las plataformas continentales, debido al flujo de canalización artificial del Mississippi. Desde 1950 hasta 1970, las industrias petroleras dragaron las profundidades de los pantanos para que lograran pasar los barcos hacia las plataformas de trabajo. Los bordes han continuado dragándose, hasta formarse anchos canales de aguas poco profundas, los saladares.

El verter las aguas negras y desechos agrícolas en las aguas costeras introduce grandes cantidades de nitrógeno y fósforo que generan el crecimiento acelerado de los organismos acuáticos como las algas. Cuando las algas mueren y son descompuestas se genera una “zona muerta” (eutrofización) debido a que las aguas costeras queden sin oxígeno y los peces y otras especies acuáticas mueren. Actualmente existe en el Golfo de México una zona muerta de 7 800 km2 cerca de la desembocadura del río Mississippi.

 

Del control de inundaciones

New Orleans dispone de 515 Km de muros y diques contra la inundación repartidos por toda la ciudad. La crecida de la tormenta Katrina fue de 9 m. Se cree que la tormenta causó la muerte de más de 1.200 personas en Nueva Orleáns y las parroquias colindantes. Las cuatro quintas partes de la ciudad se inundaron, con algunas partes bajo más de seis metros de agua. La zona tuvo pérdidas estimadas de US$ 28 mil millones en daños directos a sus viviendas y otra infraestructura. Después de 18 meses de la tormenta, gran parte de las viviendas de la ciudad todavía están en ruinas, 1 Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EEUU (2006) “IPET Report Summaries: Tomo VII. The Consequences.” [Resumen de los Informes IPET: Las Consecuencias]

La historia de 300 años de esfuerzos por proteger a Nueva Orleáns de las inundaciones del Mississippi y los oleajes por tempestades en el Lago Pontchartrain sirve como un relato de advertencia de los peligros de confiar en que las estructuras de control de inundaciones puedan detener a las inundaciones destructoras.

Se supone que el sistema de protección contra huracanes del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU., que se inició hace 40 años y aún está inconcluso, fue diseñado para resistir una tormenta de Categoría 3 – pero cuando embistió a Nueva Orleáns, Katrina estaba en el máximo de su mayor fuerza y posiblemente más débil. Una investigación de 6.000 páginas del Cuerpo de Ingenieros admitió que su red de muros de contención era un sistema “sólo de nombre” y aceptó la responsabilidad por los fracasos, reconociendo que un error de ingeniería había desempeñado un papel importante en las inundaciones.

Nicholas Pinter, profesor de geología en la Universidad del Sur de Illinois, describe la inundación de Nueva Orleáns como un “desastre de diques: el resultado de un sistema protección contra las inundaciones construido demasiado bajo y que protegía áreas bajas que eran consideradas inhabitables a lo largo de la mayor parte de la historia de la ciudad”

La palabra en inglés “levee”, es el nombre que se le da a los diques y muros contra inundaciones en los EE.UU. – el origen de la palabra proviene de los defensivos de tierra contra inundaciones construidos por los fundadores franceses de Nueva Orleáns.

Estos diques fallaron porque se los diseñó y construyó de manera deficiente y porque Nueva Orleáns y el Delta del Misisipi están hundiéndose. Como todos los deltas, el del Mississippi representa la acumulación de incontables milenios de inundaciones que distribuyeron sus sedimentos por el paisaje, a través de una red de ramales que salen de la corriente principal del río. Una porción de estos sedimentos que salen por las embocaduras de los ríos, retornan subsecuentemente para contribuir a la formación de islas barreras y playas. Si se detienen las inundaciones regulares, la tierra comienza a compactarse y hundirse, erosionándose por los bordes con la acción erosiva del mar. La propagación de diques a lo largo del Mississipi y el bloqueo de muchos de sus ramales ahora retienen a los sedimentos dentro del canal principal del Mississipi, antes de mandarlos al mar, más allá del alcance de las corrientes costeras.

El argumento de la retención de sedimentos en el curso del río es ridículo frente a la magnitud de los flujos comprometidos en anegamientos inauditos; que en algunos casos quedaron 200 días en ciudades demorados. Fruto de no contar con energía gravitacional alguna y haber interpuesto costas duras donde antes Natura regalaba bordes lábiles y costas blandas, que desde los esteros y bañados conectaban a la sangría mayor sus irremplazables energías convectivas. Ganaron en explotaciones agrícolas pero perdieron en los recursos convectivos que asisten la dinámica horizontal de las sangrías mayores en planicies extremas. Esta no es cuestión a resolver con miradas mecánicas.

Las represas también desempeñan un papel en el drama de la vulnerabilidad de Nueva Orleáns a las inundaciones, porque los enormes embalses en el río Missouri alto atrapan casi la mitad del sedimento que antes fluía fuera del Mississippi.

El Delta del Misisipi dejó de crecer alrededor de 1900 y se ha estado hundiendo y reduciendo constantemente desde entonces. Desde la década de 1930, más de 4.900 kilómetros cuadrados de los humedales del litoral de Luisiana – casi el doble del territorio de Luxemburgo – han sido devorados por las olas del Golfo de México.

Si estudiaran con más original atención la deriva litoral, los enlaces con los flujos tributarios y las energías convectivas en ambos, otro sería el proceso deductivo y poca sustancia aportarían los mentados hundimientos.

El Servicio Geológico de los EE.UU. calcula la tasa actual de pérdida de humedales en aproximadamente el equivalente de dos campos de fútbol por hora.

En un mapa, las áreas a lo largo de la costa de Luisiana parecen más un encaje acuático que un paisaje de tierra.

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El ciclo contraproducente de Nueva Orleans – inundaciones seguidas por nuevas inversiones en control de inundaciones, seguidas por el desarrollo de las áreas supuestamente protegidas contra inundaciones, que luego experimentan inundaciones desastrosas, lo que lleva a más proyectos de protección contra inundaciones, los que inducen a más desarrollo, y lo que lleva a mayores daños la próxima vez que llegan las inundaciones – desafortunadamente está lejos de ser único.

En todo el mundo, los daños por inundaciones han subido astronómicamente, mientras que los gastos en proyectos de ingeniería contra las inundaciones han aumentado constantemente. Pese a que muchos factores además de los diques y represas – el menor de los cuales no es el calentamiento global – están contribuyendo al aumento en la severidad y frecuencia de las inundaciones, es indiscutible que los proponentes del control de inundaciones no han cumplido con su costosa promesa de reducir los daños por inundaciones.

Desde la década de 1920, el Gobierno estadounidense ha gastado más de $123 mil millones en sistemas de control de inundaciones, principalmente represas y diques. Sin embargo, durante ese mismo período, el costo promedio anual de los daños por inundaciones, reajustado por la inflación, se ha triplicado a $6 mil millones (sin tomar en cuenta los daños estimados a bienes inmuebles por Katrina de por lo menos $100 mil millones – y tal vez el doble de esa cifra). Recreación del Katrina marchando por las riberas caldas del Golfo hacia Nueva Orleans, ilustrada por investigadores del Earth System Laboratory, National Center for Atmospheric Research (NCAR) in Boulder, Colo.

El Cuerpo de Ingenieros dice que sus embalses y diques evitan más de $19 mil millones en daños por inundaciones cada año.

Sin embargo, gran parte de estos daños supuestamente evitados se refiera a infraestructuras que no hubiera estado ubicada en áreas de riesgo si no se hubieran construido las represas y diques (y, como se explica a continuación, muchas inundaciones habrían sido más lentas y más bajas, y por lo tanto potencialmente menos perjudiciales, si no se hubieran construido los proyectos del Cuerpo).

Los sistemas estructurales convencionales de control de inundaciones fallan en parte porque ningún sistema complejo de ingeniería puede ser totalmente a prueba de fallas, y en parte porque, con demasiada frecuencia, están basados sobre un entendimiento incompleto de las realidades hidrológicas y geomorfológicas de los ríos y costas. Además, éstos fallan porque alientan el rápido desarrollo de áreas que, casi inevitablemente, se inundarán eventualmente.

El propio concepto del control “duro” de inundaciones se basa sobre la idea de que se puede enfrentar, restringir y someter a la naturaleza a que siga las órdenes de la humanidad. Las personas que promueven el control “duro” de las inundaciones creen que los ríos salvajes deben domarse – y pueden dominarse – atrapándolos tras embalses y luego gradualmente liberando sus aguas hacia canales artificiales. Pero la experiencia muestra que tales medidas ocasionan grandes daños a los ecosistemas fluviales y, a largo plazo, sólo tienden a incrementar la vulnerabilidad a inundaciones severas.

Los defensores de la gestión de riesgos de inundaciones recalcan el carácter vital de las medidas no estructurales, en particular mejores procedimientos de alerta y evacuación, así como reglamentos de zonificación que desalienten un mayor desarrollo de las áreas más vulnerables. Importantes medidas estructurales de gestión de inundaciones incluyen la protección de estructuras individuales contra inundaciones (por ejemplo, subiendo su nivel) y de comunidades (por ejemplo, construyendo refugios y fuentes de agua protegidas), la construcción de sistemas de almacenamiento y derivación para las llanuras inundables (áreas de tierra escasamente o nada de desarrolladas que puedan usarse para desviar o retener a las inundaciones altas), y el uso juicioso de diques bien mantenidos, cuando éstos sean la única opción viable, como ser en áreas urbanas vulnerables.

La gestión de inundaciones también implica medidas para reducir la velocidad y tamaño de las inundaciones, lo que incluye el alejamiento de los diques de los ríos, la restauración de los humedales, la recuperación de los meandros de los ríos canalizados, y la disminución de la escorrentía urbana.

Todo este iluso sueño resulta inviable mientras la mecánica de fluidos siga extrapolando fantasías de la manzana de Newton y midiendo olas y vientos en lugar de mirar por fenómenos convectivos. Volver atrás es imposible sin cambiar el paradigma hidráulico por uno de enlaces termodinámicos entre sistemas naturales olarquicos abiertos.

 

Contraccionistas y Expansionistas

Las controversias entre los “controladores” y los “administradores” de inundaciones datan de hace mucho tiempo. En China, las discusiones entre “contraccionistas” confucionistas – que creían que debían restringirse los ríos entre diques altos a sus lados – y “expansionistas” taoístas – que defendían que se construyeran diques bajos y alejados del río para permitir que las aguas de las inundaciones se extiendan – datan de hace más de 20 siglos.

Los contraccionistas ganaron en gran medida la discusión sobre la gestión de los ríos en China, y uno debe preguntarse si el país habría sufrido tantas inundaciones catastróficas este no hubiera sido el caso (los dos desastres naturales más mortales de la historia son las inundaciones del Río Amarillo en 1887 y 1931, que entre las dos mataron tanto como a seis millones de personas). Fuera de la China, el enfoque contraccionista también ha dominado los esfuerzos para lidiar con las inundaciones (con ejemplos aislados de momentos en los que los expansionistas tuvieron breves períodos de influencia).

Sin embargo, en décadas recientes, y especialmente en los EE.UU. y en Europa, desde las masivas inundaciones del Mississippi en 1993 y el Rin en 1994, los administradores “expansionistas” han tenido un creciente auge.

Pese a que la gestión de riesgos ahora ha alcanzado ahora el status de “sabiduría convencional” entre la mayoría de los analistas contemporáneos sobre las inundaciones, es difícil cambiar los hábitos antiguos de ingenieros, políticos e instituciones. Y diferentes grupos ingenieros y de la industria de la construcción tienen una fuerte motivación para asegurar que perduren los antiguos hábitos. El Cuerpo de Ingenieros en algunos lugares (como el río Kissimmee en Florida y Sun Valley y Napa en California) está deshaciendo algunos de sus errores del pasado y probando nuevas técnicas de gestión.

Sin embargo, en otras partes de los EE.UU., el Cuerpo – alentado por sus aliados congresales que ambicionan captar fondos federales para sus distritos natales mediante grandes proyectos de agua – continúa invirtiendo miles de millones de dólares en prácticas anticuadas de expansión de represas, dragado, bombeo y levantamiento de diques.

Las actividades del Cuerpo de Ingenieros – no sólo en el control de inundaciones sino también en proyectos afines como de dragado, drenaje, canalización e hidroeléctricos – durante mucho tiempo han sido el foco de un aluvión de críticas de activistas comunitarios, académicos, periodistas, auditores y algunos políticos/as. El ministro del interior del Presidente Franklin D. Roosevelt criticó severamente el “comportamiento temerario y despilfarrador” del Cuerpo de Ingenieros “insubordinado y egoísta”.

En 1974, el entonces Gobernador de Georgia, Jimmy Carter, recriminó al Cuerpo por sus “justificaciones falsas” y análisis “groseramente distorsionados” de los costos y beneficios de las represas que proponían.

En 2000, el diario Washington Post dedicó una importante serie de artículos a las actividades disfuncionales y deshonestas del Cuerpo. Seis años más tarde, su autor, Michael Grunwald, escribió un editorial posterior a Katrina en el Post, en el que lamentaba que, pese a todas las críticas y artículos de revelación, el Cuerpo continúa exagerando los beneficios, subestimando los costos, representando erróneamente los impactos ambientales, y justificando de otras maneras los proyectos “que mantienen a sus empleados ocupados y a sus patrones congresales contentos”.

Sin embargo, la reputación mancillada del Cuerpo en los EE.UU. no ha impedido que se promueva el concepto de la agencia del control de las inundaciones como un modelo para el resto del mundo. Un funcionario del Cuerpo de Ingenieros es uno de los miembros del directorio de la influyente Global Water Partnership [Asociación Mundial del Agua], y generales y empleados civiles del Cuerpo son expositores regulares en las principales conferencias internacionales sobre el agua. El documento de posición del Banco Mundial para el Foro Mundial del Agua en México de 2006 no sólo alaba los beneficios económicos de los esfuerzos del Cuerpo en materia de control de las inundaciones, sino que alaba el desempeño de su infraestructura durante los huracanes de 2004 en Florida – mientras que, asombrosamente, ni siquiera menciona el devastador fracaso de una de sus proyectos más grandes, el “sistema” de protección contra huracanes alrededor de Nueva Orleans.

En parte quizás debido a que no existen agencias con la influencia del Banco Mundial o del Cuerpo para promover el "camino blando" de la gestión de las inundaciones a nivel internacional, en buena parte del mundo todavía parece prevalecer la mentalidad antigua de control de inundaciones entre planificadores gubernamentales y políticos. En muchas partes del mundo, la respuesta normal ante un desastre con inundaciones es exigir más diques y represas – sin importar el papel que dichas tecnologías pudieran haber desempeñado en la incapacidad de evitar, o en realidad en empeorar, el desastre más reciente.

La exigencia de nueva infraestructura para control de inundaciones incluso se ha intensificado recientemente. La alabanza del control “duro” de inundaciones en los EE.UU. y Europa está incluida dentro de una influyente campaña de incidencia por el personal del sector de agua en el Banco Mundial para promover las represas grandes y otros megaproyectos hídricos como esenciales para que los países en vías de desarrollo reduzcan la pobreza. El Banco Mundial y diferentes gremios de la industria de represas también recalcan que más represas y diques serán esenciales para ayudar a las sociedades a adaptarse al cambio climático. Este mensaje se repite en numerosas conferencias internacionales (a menudo patrocinadas por el Banco Mundial) y en los documentos de investigación y políticas del Banco Mundial. Ver informe completo de "Antes del Diluvio.

 

 

 

 

 

Estas sangrías, sin referir de bondades, son inconcebibles sin intervención humana.

El transporte sedimentario alrededor de esta sangría mayor es desopilante y jamás habrá sido imaginado por ejército celestial alguno. Las dragas comandadas por mandinga planifican la fiesta de la mecánica de fluidos en esta pata del gallo.

Sedimentos que estando depositados en la parte externa de la pata de gallo, vuelven a entrar en ella mediante recursos convectivos que se generan en el inmenso lodazal aledaño.

 

Textos sobre relaciones tributarias

Flow near the water surface slows, but continues in the downstream direction; while flow near the channel bottom is moving in the upstream direction. This phenomenon is commonly called bi-directional flow. Eventually, the rising tide completely reverses flow.

Tidal Study Discharge Measurements

East Pearl River at CSX Railroad near Claiborne, Mississippi. During the tidal study, 159 discharge measurements were made at the site, averaging one measurement about every 10 minutes. The maximum measured inflow and outflow discharges at this site were –36,800 cubic feet per second (ft3/s) and 50,200 ft3/s, respectively (fig. 3). The average measured discharge was 10,000 ft3/s, which is attributable to rainfall runoff in the lower basin in early September. The average monthly discharge at the Pearl River at Bogalusa, Louisiana, in September 2001 was 12,200 ft3/s. The range in computed stage was 1.28 to 3.00 ft above sea level (1.72 ft difference). The average stage was 2.18 ft above sea level.

The Rigolets at CSX Railroad near Rigolets, Louisiana. During the tidal study, 47 discharge measurements were made at the site, averaging one measurement about every 34 minutes. The maximum measured inflow and outflow discharges at this site were –235,000 ft3/s and 201,000 ft3/s, respectively (fig. 3). The average measured discharge was -27,900 ft3/s. Negative average discharge at this site is attributed to the existence of numerous unmeasured outlets from the estuaries where outflow could be exiting the estuarine system rather than passing through the gaged bridge. Also, changing tides can result in temporary storage of water. The range in computed stage was 1.50 to 2.80 ft above sea level (1.30 ft difference). The average measured stage was 2.10 ft above sea level.

East Pearl River at CSX Railroad near Claiborne, Mississippi. Water temperature, specific conductance, and salinity were recorded from a boat at a depth of about 1 foot during the 25-hour tidal study. During normal tidal flow, these parameters are also continuously measured at a depth of about 2 to 4 ft at the gage. The maximum and minimum water temperatures measured discretely from a boat at this site during the tidal study were 29.0 and 26.4 oC, respectively.

The maximum and minimum salinity values computed from boat measurements during the tidal study at this site were 9.2 and 0.4 ppt, respectively (fig. 6). The maximum and minimum salinity values recorded by the continuous gage during the tidal study were 11.0 and 0.4 ppt, respectively (fig. 6). The average measured and recorded salinity values were 4.0 and 4.6 ppt, respectively. Specific conductance and salinity values measured from the boat were consistently less than those values recorded by the gage because the gage measurement point was several feet deeper in the water column. This site was significantly influenced by freshwater flow from upstream runoff in the PearlRiver Basin during the ebb tide cycle.

The U.S. Geological Survey, in cooperation with NAVOCEANO, is collecting data on the quantity and quality of water in the lower Pearl River and Lake Pontchartrain estuaries of Mississippi and Louisiana. Continuous stage, velocity, water temperature, specific conductance and salinity data, as well as other channel characteristics have been collected, processed, and computed since October 2001 at three USGS continuous recording streamgages in the lower Pearl River and Lake Pontchartrain estuaries in Mississippi and Louisiana. A tidal study to measure hydraulic and hydrologic parameters was completed on September 13-14, 2001. The tidal study provided data to correlate continuously recorded surface-water and water-quality data at the three gages and to construct a means of computing continuous discharge at these sites. Analysis of the data provides stage/discharge information through time at these three gages, as well as a variety of other characteristics of the lower river reaches of the Pearl River and Lake Pontchartrain Basins.

Salinity computed by using data collected by the water-quality monitors installed at the gages was generally higher than salinity measured discretely from boats during the tidal study. Preliminary analysis indicates that salinity data obtained from the USGS monitoring and sampling program on the Mississippi Gulf Coast correlate well with the data obtained from the laboratory analysis for the normal ranges of salinity. However, limited data for periods of low salinity and point sampling of salinity do not accurately define salinity decreases due to freshwater influence or adequately provide a method to measure average salinity for the entire depth of the water column.

http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/0278434395000569

Transport of anomalous low-salinity waters from the Mississippi River flood of 1993 to the Straits of Florida

Paula S. Gilbert*, Thomas N. Lee*, Guillermo P. Podesta*

Division of Meteorology and Physical Oceanography, Rosenstiel School of Marine and Atmospheric Science, University of Miami, Miami, Florida ,U.S.A. September 1994.

Abstract

Recent field studies in the southern Straits of Florida revealed the existence of Mississippi River outflow embedded in the Florida Current and adjacent coastal waters. Surface thermosalinograph measurements for the period of 10–13 September 1993 indicated a band of low-salinity water measuring approximately 40 km wide and 30 m in depth extending from south of Key West to Miami, a distance of 260 km. Surface salinity values as low as 31 psu were found. The estimated volume of the band is approximately 33.3 × 1010 m3 for the Key West to Miami region, thereby requiring roughly 1.2 × 1010 m3 of fresh water to mix with oceanic waters to produce this low-salinity band. The only nearby, dynamically viable, source for such a large volume of fresh water is the Mississippi River during its flood stage in 1993.

La falta de experiencia sobre los tránsitos bien disociados de los corredores dulces, incluso barriendo los fondos por debajo de las aguas saladas, les hace caer en estas deducciones de que sólo las aguas del Mississippi generarían tal impronta.

Si estudiaran los tránsitos de la deriva litoral alcanzarían más ricas advertencias.

The proposed transport mechanism for the transport of flood waters from the shelf in the northeastern Gulf of Mexico to the Straits of Florida is via the Loop Current through entrainment. Salinity records from offshore C-MAN towers indicate that the low-salinity band persisted off the lower Florida Keys for approximately 3 months. The variability in the flow field in the southern Straits occurs in a 30–70 day band due to the meandering of the Florida Current and the subsequent formation, and propagation, of cyclonic gyres off the Dry Tortugas. This variability in the flow field had a clear affect on the evolution of the low-salinity band, as observed by the salinity records from the C-MAN towers. Because the band traveled as a lens in the upper 30 m of the water column and because its evolution was highly dependent on the variability within the Gulf Stream System, it was a good indicator of the mixing and exchange of offshore waters with shallow waters of the Florida reef tract and Florida Bay.

Las aguas del Apalachicola y sus vecinos al Este marchan todos hacia el Oeste montados sobre la deriva litoral hasta las salidas de Mississippi Sound, los lagos Pontchartrain y Bourgne y las salidas del Breton y Chandeleur Sounds. A partir de Julio encuentran un gradiente térmico que les invita a montarse en los eddies vecinos para luego pegar el giro al Este. Pero a no confundir las aguas del resto de la pata de gallo y del Achafalaya que marchan hacia el Oeste montados en la deriva litoral.

No he observado en ningún momento en toda la costa Norte del Golfo una pérdida de rumbo de la deriva litoral siguiendo siempre su marcha del Este hacia el Oeste. A no confundir con los rumbos que luego toman esos flujos convectivos al ser atrapados por gradientes térmicos apropiados y corrientes mayores que por convecciones externas los apropian de la deriva litoral.

On the seasonal correlation of surface particle fields with wind stress and Mississippi discharge in the northern Gulf of Mexico . Versión en pdf

Joseph E. Salisbury, Janet W. Campbella,, Ernst Linderb, L. David Meekerc, Frank E. Muller-Kargerd, Charles J. Vorosmartye,

Regions of high wind-SPM correlation were associated with shallow shelf areas, as correlation contours generally followed the bathymetric contours, and expanded in size under offshore wind regimes. These areas exhibited less spatial and temporal variability than the regions of high discharge-SPM correlation associated with the Mississippi-Atchafalaya river system. There was no apparent relationship between the magnitude of Mississippi- Atchafalaya discharge and the spatial extent of the region of high discharge-SPM correlation during seasonal analyses. Instead, the spatial extent and orientation of the discharge-SPM correlation field appeared to be a function of winds

In light of global and regional issues arising from the interaction of land-derived particulate constituents in coastal waters, a better understanding of the spatial and temporal dynamics of SPM in coastal waters is needed.

Furthermore, we believe it possible to gain understanding of the presence, transformation and fate of riverine constituents through knowledge of the spatiotemporal distribution of the ocean-color field.

Cochrane and Kelly (1986) illustrated that persistent easterly winds over the northern Gulf tend to set up a westward flow over the shelf throughout much of the year. The results of this westward flow are apparent in surface salinity surveys that show the presence of Mississippi water well to the west of its source during much of the year

During the summer, however, westward flow is often interrupted by periods of southerly to westerly winds that induce eastward and southward flow regimes. The westward flow is usually re-instituted in the fall with the onset of northerly to easterly winds.

Surface imagery of the sediment plume often reveals a small anticyclonic feature close to the discharge point at South Pass (Rouse and Coleman, 1976; Salisbury et al., 2001; Walker, 1996). Although this could be explained by the Earth’s rotation, the Mississippi plume has a Kelvin number less than 1 (Garvine,1995), and thus the Coriolis acceleration plays a smaller role in the development of plume morphology compared to the combined effects of winds and currents.

Water from the Mississippi enters the Gulf of Mexico through two major distributaries. The main stem of the Mississippi carries _70% of the discharge through a bird’s foot delta and enters the Gulf in deep water beyond the shelf break. The Atchafalaya, which has been engineered to carry the remaining _30% of the discharge, exits onto a broad inner shelf environment with water depths of only _5m. The diurnal tidal range, which is small (_20–40 cm), typically generates surface currents less than 15 cm s_1 (Murray, 1972;

Esa diferencia en la profundidad de ambas salidas no aparece traducida en las imaginables energías convectivas que acopian las aguas del Atchafalaya, ni cuál sería su aporte a la deriva litoral. En este trabajo todo es mecánica con cero termodinámica.

In addition to bimodal flow brought on by seasonal wind variability, flow near the shelf edge is modified by the Coriolis effect as well as eddies and filaments shed by the Loop Current. Several authors have described enhanced easterly and southeasterly flow of the Mississippi’s plume in the presence of anticyclonic eddies located seaward of the plume (Morey et al., 2003; Del Castillo et al., 2001; Muller-Karger, 2000).

The area of study is the northern Gulf of Mexico (Fig. 1). Although there are several rivers that contribute substantial discharge to the study area (e.g., Appalachicola, Alabama/Tombigbee), the Mississippi typically accounts for over 60% of the total discharge (Fekete et al., 1999). Freshwater from the Mississippi has been reported to extend over 1000 km to the west (Dinnel andWiseman, 1986). It also has been observed 700 km to the southeast, exiting the Gulf through the Florida Straits and thus occasionally entering the western Atlantic. A contiguous salinity signal from the Mississippi was mapped around the Florida Keys and as far north as Georgia (Atkinson and Wallace, 1975).

Con claridad se advierten concentraciones hasta 20 veces más alta de materia suspendida en las áreas bajas donde las energías convectivas tienen regalado su andar en la llamada deriva litoral; conservando buena memoria convectiva que no abandona el surco por más entreveros de eddies que aprecien mentar. Si los cordones litorales son respuesta de esta deriva litoral a desenlaces termodinámicos inmediatos a ella, a qué aplicar tanta atención especulando sobre la dinámica del golfo entero, si dejan soslayada cuestión tan particular y medular en las dinámicas costeras comunes a todo el planeta.

The correlation between the Mississippi River discharge and that of other large rivers varied seasonally and interannually (Table 1), and in some seasons, discharges from the smaller rivers were negatively correlated with that of the Mississippi. The Atchafalaya was the most highly and consistently correlated with the Mississippi, as expected, and thus we consider the results to represent fluvial influence by both rivers. The years selected for analysis were variable in average annual discharge. Compared to the 1928–1986 average Mississippi discharge, 1998 was 28% above average, 1999 was 5% above average and 2000 was 29% below average.

Ya vemos que tributarios del Este como el Apalachicola no son tan despreciables. Eso mismo prueba la fosa océanica cargada de sus sedimentos y los cordones litorales que siguen a su salida hacia el Oeste, incluídos los del Mississippi Sound; no así los del Breton y Chandeleur Sounds que responden a descargas del Mississippi. Sin embargo, todas estas aguas asumen el mismo camino guiadas por la deriva litoral que arranca en el Este y luego a partir de Julio, a pesar de los vientos que soplan hacia el Norte, ellas marchan hacia el Sur invitadas por gradientes térmicos apropiados a convectar externamente a la deriva litoral.

. . .. .

A region of high correlation (r40:7) between the Mississippi discharge and SPM (Fig. 5A) was located near the delta and a region of significant but lower correlations extended eastward toward the Alabama coast.

En los gráficos que siguen todas las derivas van de Este a Oeste sumando tributarios grandes y pequeños. Sólo desde Julio hasta Diciembre, las aguas del Breton and Chandeleur Sound, que ya vienen sumándose a las del Mississippi Sound, los lagos Pontchartrain y Bourgne y los tributarios desde más alla del Apalachicola, sólo en esos meses repito, estas aguas dejan de rumbear al Oeste para comenzar a convectar externamente hacia el Sur hasta el encuentro de algún eddy que las lleve hacia el Este

En las figuras a y c del gráfico superior soslayan todo comentario a los aportes de la deriva litoral y a los transportes de los tributarios del Este. En las márgenes externas de los cordones litorales del Breton y Chandeleur Sounds no aparece siquiera información alguna; siendo que allí, por las bajas profundidades se gesta una buena parte de las baterías convectivas que alimentan la deriva litoral de toda el área que sigue hacia el Oeste después de dar vuelta a la pata de gallo. Esa información aparece en cambio en la figura b.

Las dinámicas invernales de las aguas al Este de la pata de gallo caben estimarlas no sólo relacionadas a los vientos, sino también a las aguas caldas de los lagos Pontchartrain y Bourgne, que sumadas a las del Mississipi Sound vienen bien cargadas de energías convectivas.

A contiguous region in which the discharge is significantly positively correlated with the SPM will be referred to as a discharge-influenced region (DIR). A region of significant positive wind stress- SPM correlation will be referred to as a wind influenced region (WIR).

As in the other correlation runs, the WIR is confned to shallow waters, most notably the Louisiana- Texas shelf and near coastal Mississippi, Alabama and Florida.

Amén de no mentar en absoluto la relación que media entre el sol y la deriva litoral, ninguna relación acercan entre el calor que acumulan y transfieren en forma de energías convectivas esas aguas someras; que de esas mismas baterías se desprenden las convecciones atmosféricas que determinan vientos y dirección de olas costaneras

 

During the July–September 1999, time period (Fig. 6C), the DIR extended both to the east and west of the Mississippi delta, and was the largest in total area (4.74_104km2) of any season studied (Table 2).

La falta de información de las aguas costaneras e interiores del Mississipi, Breton y Chandeleur Sonds, sumadas a las caldas aguas del Pontchartrain y Bourgne, me restan toda la información energética necesaria para evaluar la calidad de esta información, que en adición adolece de muy gruesa escala. Es justo en las aguas someras donde se cargan las energías convectivas, allí donde se ahorran mirada. No es el viento el que manda. Es el sol el que manda las aguas, las olas y el viento. Empiecen por el calor y verifiquen las disociaciones y el sentido de orden que estas últimas, por capa límite térmica, aportan a las precipitacines sedimentarias.

This was a period of light average winds, modest discharge, and warm sea-surface temperatures —conditions that support stratification. As suggested by Walker (1996), stratification of the water column plays an important role in the way a plume responds to wind forcing. Specifically, under highly stratified conditions where little wind mixing occurs, a buoyant plume will spread horizontally and can be easily advected in the presence of light winds (Kudryavtsev and Soloviev,1989). The bi-directional orientation of the DIR can be partially explained by wind advection.

Con esta palabra "estratificación" resuelven su orfandad en materia de capa límite térmica, hidroquímica, flujos convectivos internos positivos y senderos del agua dulce con respetable carga sedimentaria. Poca importancia aplican a mirar por la deriva litoral en las aguas someras ribereñas y la alta capacidad de transporte que tienen esas derivas.

Tampoco en los temas sobre erosión disciernen entre convecciones internas y externas. Todo es mecánica medioeval.

The plume waters were subjected to a bimodal wind regime with the primary mode coming from the west. It should be noted, however, that it is probable that an anticyclonic flow regime set up by the presence of warm core rings also influenced the flow.

Sea-level anomaly maps supplied by the Naval Research Laboratory indicate the presence of a persistent positive anomaly directly south of the DIR during this time period. http://www7300.nrlssc.navy.mil/altimetry

Velocities within such eddies can exceed 100 cm s_1 and thus an eddy may have been a mechanism by which particles and dissolved materials were transported offshore (Morey et al., 2003).

An unexpected finding was the degree to which the DIRs and WIRs were spatially disjointed. This suggests the independence of the two particle influencing processes and demonstrates the lack of correlation between the discharge and wind data.

La calidad de energías convectivas que cargan esas aguas permanece soslayada. Ni con brujerías en las modelaciones matemáticas resolverán esas faltas de correlación.

Typically, variability in both the direction and intensity of the wind is dominated by the passage of seasonal cold fronts, that occur with a frequency of 3–7 days (Chuang and Wiseman,

We performed several correlation analyses in which the SPM time series lagged the discharge. Lag analyses showed maximum correlations at _10–15 days in the offshore region. River waters transported this distance would require a _30 cm s_1 current, which is reasonable in the presence of a warm core eddy.

Current speeds in excess of 4 knots (_200ms_1) have been reported in such eddies.

For this study, the surface area of the seasonal DIR was apparently not a function of discharge, and indeed the largest DIR was associated with a low to modest discharge regime. In this respect, our study corroborates the finding of Walker(1996) that the Mississippi River plume responds differently to winds under varying conditions of buoyant stability. Although we had no knowledge of the actual status of buoyant stability, riverine discharge and high sea surface temperatures suggest stratified conditions. If these conditions are accompanied by light winds that do not break down the stratification, the plume can spread with little resistance (Kudryavtsev and Soloviev, 1989).

WIRs were generally constrained to shallow waters with the seaward extent of the largest nearly reaching the 100m contour. We believe WIRs are initially formed by wind generated resuspension processes that occur only in shallow waters, and as such, there was less spatial variability displayed by the WIRs compared to the DIRs.

La traducción de las energías solares en baterías y flujos convectivos sigue siendo ignorada. Todos los supuestos modelados van por vía mecánica con cero mirada al recurso y enlaces termodinámicos.

Much work is also required to resolve vertical particle distributions and to determine the relationship, if any, between surface concentrations and the particle mass within the water column.

Mirar la columna de agua sin discernir la calidad de los flujos verticales propios de las energías convectivas presentes, es ignorar lo elemental. La mecánica y la ciencia marchan como ciegos incapaces de mirar por sistemas naturales olárquicos abiertos. Querer resolver esa ceguera con extrapolaciones matemáticas es asegurarla. Hoy no es dable modelizar estas fenomenologías, pero sí observarlas.

 

Export pathways for river discharged fresh water in the northern Gulf of Mexico . Versión pdf

Steven L. Morey, Paul J. Martin, James J. O’Brien, Alan A. Wallcraft, and Jorge Zavala-Hidalgo

http://www.atmosfera.unam.mx/jzavala/articulos/arbitrados/ART-ARB-12.pdf

1. Introduction

[2] The circulation in the Gulf of Mexico (GoM) is dominated by the energetic Loop Current (LC) and its associated eddies. Large anticyclones, called Loop Current Eddies (LCEs), aperiodically pinch off from the LC at intervals from 3 to 17 months [Sturges and Leben, 2000] and drift generally westward, where they decay against the continental margin. Associated with the LC and the large anticyclones are a wealth of smaller cyclonic and anticyclonic eddies interacting in a seemingly chaotic manner [Zavala-Hidalgo et al., 2003a]. These features have vertical scales from several hundred to 1000 m and thus remain offshore of the continental shelf.

La información de la deriva litoral que se retroalimenta de las energías de los tributarios y de las baterías convectivas que conforman los lagos Pontchartrain y Bourgne, sumadas a las aguas caldas encerradas en las aguas costaneras e interiores del Mississipi, Breton y Chandeleur Sonds, le resta toda calidad a este gráfico; que por el contrario acierta a mentar la consistente deriva litoral que bordea la costa al Oeste de la pata de gallo. Estudian las corrientes de los eddies en el golfo, pero dejan de lado toda la deriva litoral desde la península de la Florida hasta la pata de gallo. Toda esa región aparece con nula infomación

Por el contrario, se dan a estudiar los interesantes procesos que suma la deriva litoral y la corriente oceánica alrededor de la península del Yucatán, que nada tiene que ver con los frutos de las dinámicas del Mississippi.

The Mississippi River has an annual mean discharge of over 13,000 m3/s (as measured by the U. S. Geological Survey gauging station 7374000), with the neighboring Atchafalaya River contributing about half as much fresh water to the region as the Mississippi.

This work suggests that there are ‘‘hot spots’’ for cross-shelf exchange in the northwest and north-. east corners of the Gulf, and south of the Louisiana/Texas (LATEX) Shelf.

The structure of the Yucatan Channel flow in the model has similar characteristics to that reported by Sheinbaum et al. [2002]. The Yucatan current is confined to the upper 800 m with an undercurrent along the western continental slope and a weaker counter current along the Cuban coast with two cores, one in the upper 200 m and the other between 500 and 1000 m (Figure 3).

Figure 3. Yucatan Strait along-channel component of the mean velocity (positive toward the Gulf of Mexico). Positive contours are drawn every 20 cm/s, and negative contours (shaded regions) are drawn every 5 cm/s.

La delicadeza de la deriva litoral alrededor de la península de Yucatán es extraordinaria considerando la inmediata cercanía de la fosa oceánica. Esas riberas y esas derivas aparecen hoy y allí, como las más protegidas del planeta.

 

Figure 4. NCOM surface layer currents and temperature from an arbitrary output record during the winter season. Arrows point to examples of (‘‘a’’) filaments of cool water suggestive of frontal instabilities and (‘‘b’’) cyclonic frontal or ‘‘shingle’’ eddies surrounding an anticyclonic Loop Current Eddy.

 

These familiar LCEs drift generally westward, where they decay against the western continental margin, or possibly merge with existing anticyclonic features in the western Gulf. In the model, the LCEs follow more preferentially a northern pathway, similar to that of Eddy V in 1992–1993 reported by Hamilton et al. [1999] with less north-south variability of pathways than observed. Of 168 months of model data from the two model experiments, 17 LCEs were identified giving an average eddy shedding period of 9.9 months. Sturges and Leben [2000] reported a mean value of 9.5 months. As reported from observations, the eddy shedding periods in the model are not distributed closely about the mean. The shedding periods range from 2.7 to 15 months, which is consistent with the aperiodicity of the eddy shedding that has been previously reported.

[22] The model simulates other smaller scale circulation features that compare well to those seen in observations.These include smaller cyclones traveling along the LC front, called Loop Current Frontal Eddies or Shingle Eddies [Fratantoni et al., 1998; Zavala-Hidalgo et al., 2003a], jets between interacting eddy pairs [Gilbes et al., 1996; Sahl etal., 1997; Muller-Karger, 2000], and frontal instabilities along the continental shelf in the winter, all with spatial scales comparable to those seen in satellite thermal or chlorophyll images (Figure 4).

 

5. Model Seasonal Variability

[23] Seasonal variability in the surface salinity (actually, depth-averaged salinity in the topmost grid cell) spatial pattern is easily recognizable in animations of the model solution. The model is forced by monthly climatology fluxes, yet there is significant interannual variability due to the aperiodic LC eddy shedding and the energetic nonlinear eddy field. Nevertheless, certain features are consistently characteristic of particular seasons.

[24] Occasionally, jets of low-salinity water can be seen flowing offshore of the continental shelf across the shelf break toward the deep water of the central Gulf of Mexico.

These features seem more evident east of the Mississippi Delta in the spring and summer, and off the Texas and northern Mexican shelf in the fall and winter (Figure 5).

Also evident in the model snapshots are the spreading of the low-salinity water to the east of the Mississippi Delta in the summer and the appearance of coastally trapped low-salinity water on the LATEX and northern Mexican shelf in the winter. A similar pattern can be seen in satellite thermal images in the winter, as the coastal low salinity water is much cooler than the offshore water [Zavala-Hidalgo et al., 2003b].

[25] In the model, the buoyant low-salinity water is confined to the coast and weakly stratified over the LATEX shelf in the fall and winter, yet spreads offshore as a strongly stratified freshwater cap over the broad shelf water during the summer (Figure 6). The model stratification patterns agree qualitatively with the salinity transects shown by Wiseman et al. [1997], while the horizontal salinity distribution is consistent with the salinity maps shown by Cochrane and Kelly [1986]. Over the Mississippi/ Alabama/Florida (MAFLA) shelf, fresh water is more abundant during the summer and is similarly surface trapped.

 

Figure 5. NCOM surface layer salinity from arbitrarily selected output records in the summer and late fall. The 34 and 35 PSU salinity contours are drawn, as are the 50-m, 200-m, 500-m, and 1000 m isobaths.

Es curioso cómo soslayan la deriva litoral y cómo infieren que las salidas del Este pertenecem al Mississippi y no a las aguas que fluyen del Mississippi Sound, de los lagos Pontchartrain y Bourgne y de la deriva litoral que viene del Apalachicola; que por menor enrgía convectiva encuentra un gradiente que modifica su advección y marcha hacia el Sur. Los vientos en Julio soplan hacia el Norte y sin embargo la advección marcha en sentido contrario. Reitero, la advección está determinada por el gradiente térmico y no por el viento.

. . . . .

 

[26] Monthly climatology of the model surface salinity shows a similar east-west pattern on the shelf in the northern Gulf (Figure 7). The MAFLA shelf region is much more saline in the fall (and not shown, but also throughout the winter) than in the summer when the low-salinity water from near the Mississippi River discharge location spreads eastward.

Over the LATEX shelf, the low-salinity water is trapped very close to the coast extending all along the western boundary in the fall (again, through winter), and retreats spreading out over the shelf in the summer. The annual signal of salinity is verified by the near-surface (10 m) salinity climatology from the 1998 World Ocean Atlas (WOA98) [Conkright et al., 1998] (Figure 8). Over the shelves, the model annual cycle of surface salinity agrees with the WOA98 values in the experiments with monthly varying river discharge, and with time constant river discharge. This indicates that the seasonal variability of river discharge is not the controlling mechanism for the annual cycle seen in the upper ocean salinity field in the northern GoM. Calculations with model data in the following sections will use data from the experiment with monthly varying river discharge.

 

6. Surface Drifters

[27] The seasonal variability of circulation patterns in the northern GoM is examined to help explain the seasonality of the export pathways for fresh water. Surface drifter trajectories from the SCULP I, SCULP II, and LATEX projects (provided by Walter Johnson, Minerals Management Service) are analyzed to find evidence of variability in the shelf circulation in the northern Gulf. The drifter trajectories used here are from drifters with drogue depths of 1 m below the surface.

[28] The satellite-tracked surface drifters were deployed at various locations on the LATEX shelf and the MAFLA shelf [Yang et al., 1999; Ohlmann et al., 2001]. For this present study, though, the drifter trajectories are not necessarily analyzed from their deployment positions and times, but are instead grouped using other criteria. Subsets of the surface drifter trajectories are selected based on the drifters’ existence within a defined region during a particular month of any year. The first time a buoy is found to have a location within a prescribed region and time of year is taken as its new ‘‘pseudo-deployment’’ position and time for this study.

Its subsequent trajectory is tracked for the time period under consideration. This approach allows a larger number of drifter trajectories to be analyzed for some indication of seasonal variability without necessarily being constrained to the drifters’ actual deployment times and locations. Four calculations are conducted to include summer and winter seasons on both the MAFLA and LATEX shelves. The selection regions are: MAFLA Shelf, 89_W to 86.5_W within the 200 m isobath; and LATEX Shelf, 95_W to 91_W within the 200-m isobath. Drifters existing with these defined regions during June–July of any year are considered as ‘‘deployed’’ during the summer. Drifters existing in the regions during November–December are considered as part of the winter pseudo-deployments (Table 1). The drifters are tracked through the end of August for the summer experiments, and through the end of January for the winter experiments.

Figure 7. NCOM mean surface layer salinity (PSU) for August and November computed from seven years of model integration. The 50 m, 200 m, 500 m, and 1000 m isobaths are shown as white contour lines. The white boxes indicate the 1º x 1º boxes over which the salinity is averaged for the plots in Figure 7.

Las cajas están instaladas a una profundidad y distancia de la costa que resulta imposible estudiar la deriva litoral y sus originales energías.

 

Figure 9. Trajectories for combined LATEX, SCULP I, and SCULP II 1-m drogued drifters. (a) Drifters existing within the defined LATEX shelf region in the summer months. (b) Drifters existing within the defined LATEX shelf region in the winter months. (c) Drifters existing within the defined MAFLA shelf region in the summer. (d) Drifters existing within the defined MAFLA shelf region in the winter. The 200-m, 1000-m, and 2000-m isobaths are drawn, shown by the shaded contour lines.

Confunden las salidas mezclando todo. El 2º gráfico del MAFLA de Junio y Julio refiere de las aguas del Mississippi Sound, los lagos Pontchartrain y Bourgne y los tributarios vecinos al Apalachicola, que nada tienen que ver con la pata de gallo y el Atchafalaya; a excepción de las salidas al Breton y Chandeleur Sounds que por gradiente térmico se relacionan con el Mississippi Sound y estos con las caldas aguas del Pontchartrain y el Bourgne. El gráfico que sigue lo explica mejor. Repito, las cajas están instaladas a una profundidad y distancia de la costa que resulta imposible estudiar la deriva litoral y sus originales energías.

[38] The model can provide insight into the cause of the seasonal reversal of transport in the northern GoM. The only seasonally varying forcing functions in the model are river discharge rates (in only one experiment), surface wind stress, and surface heat flux. The reversing current near the coast could possibly be wind driven or density driven. A density-driven current, however, would flow in the direction with less dense water to the right. Thus a density-driven westward/southward current on the LATEX shelf and along the Mexican coastline during the winter could be explained by a reduction of the density along the coast. However, the coastal waters are actually cooling faster than the offshore waters at this time of year, so the seasonal variability of heat flux is not the cause. Additionally, the current forms in both experiments with and without seasonally varying fresh water input, and the formation of the coastally attached current, occurs just following the climatological minimum of river discharge in the northern GoM. Thus seasonal variability of fresh water input along the coast is not responsible. This leaves the seasonal shift in the climatological wind direction over the northern GoM from southeasterly in the spring and summer to northeasterly in the fall and winter as the mechanism responsible for the seasonally reversing transport.

[39] During the spring and summer months, as the surface water warms in the northern GoM, the water column becomes highly stratified, particularly in the region capped with the low-salinity water formed by river discharge. The salinity sections discussed previously (Figure 6) show a very stratified water column to the east of the Mississippi Delta in the summer.

To the east of the Mississippi Delta, the shelf is relatively narrow and the low salinity water spreads toward the deep De Soto Canyon.

Here, the low-salinity water can interact with the open ocean energetic mesoscale eddy field. Cyclones and anticyclones intruding into the De Soto Canyon can entrain this buoyant low-salinity water found near the shelf edge and transport it offshore as jets of low-salinity water (Figure 5) [Morey et al., 2003].

[40] In September, and continuing through the winter, the winds in the northern Gulf become easterly shifting to northeasterly and northerly in the northern GoM, consistent with a westward/southward coastal current (Figure 13).

Over the northern Gulf, the winds become more variable during the fall and winter as the weather patterns are dominated by the passages of cold fronts. The strong northerly winds behind these fronts have the greatest influence on the wind climatology. Thus the westward/ southward coastal transport actually occurs in an episodic nature coincident with these northerly wind events. It is likely that the smooth climatological winds may actually cause the model to underpredict the strength of this western export pathway. Similarly, occasional tropical storms in the region during the summer will also alter the export pathways during the events, but are likely so occasional so as not to significantly alter the climatological behavior of the pathways. Nevertheless, the strong consistency between the ocean model forced by climatological fields and the observational data presented here demonstrates the robustness of the description of the fresh water export pathways in the northern GoM.

Figure 13. Monthly climatology wind stress derived from COADS [Da Silva, 1994] for (top) January and (bottom) July.

 

Conclusions

[41] A new primitive equation ocean model has been described and applied to simulate the GoM ocean circulation. This numerical simulation, along with new calculations using existing observational data, have been used to determine the eventual fate of fresh water discharged by rivers in the northern Gulf. The export pathways, and their seasonal variability, for river discharged fresh water have been determined through the analysis of surface drifter data and numerical experiments. The seasonal reversal of the wind driven transport from westward in the fall and winter to eastward during the spring and summer shifts the locations of the export pathways.

[42] Analyses of surface drifters, and previous works [Ohlmann et al., 2001], have shown the preferential locations for cross-shelf transport in the northern GoM. However, because of the seasonally shifting along-shelf transport of low-salinity water, not all cross-shelf transport results in fresh water export. The results of this study show that the export pathway during the late fall and winter consists of a westward/southward flowing coastal jet. It is likely that the fresh water exported as part of this jet is eventually transported across the shelf through entrainment into jets associated with deep water eddies south of the study region along the narrow Mexican shelf [Zavala-Hidalgo et al.,

2003b]. In the spring through summer, the buoyant low salinity water is transported to the east where it finds its way out of the domain across the MAFLA shelf near the De Soto Canyon, again through interaction with the mesoscale eddy field of the Gulf.

Todas las conclusiones de Julio y Agosto son erradas. El viento marcha en dirección al Norte y las convecciones marchan, primero en función de un gradiente térmico hacia el Sur, para quedar luego atrapadas por los eddies que las llevan hacia el Este.

Este trabajo concluye en laboriosa prueba prisionera de cosmovisión mecánica.

Francisco Javier de Amorrortu, 30 de Diciembre del 2011

 

Notation

x, y, z coordinate directions.

t time.

v = (u, v, w) three-dimensional vector velocity.

Q volume flux source term.

T potential temperature.

S salinity.

rh horizontal gradient operator.

f Coriolis parameter.

p pressure.

r water density.

r0 reference water density.

g acceleration of gravity.

Fu, Fv horizontal mixing terms for momentum.

Ah coefficient of horizontal mixing for scalars.

KM vertical eddy coefficient for momentum.

KH vertical eddy coefficient for scalars.

Qr solar radiation.

g function describing extinction of solar radiation with depth.

[43] Acknowledgments. This project was sponsored by funding provided by the Office of Naval Research Secretary of the Navy grant awarded to James J. O’Brien, the ONR sponsored Distributed Marine Environment Forecast System, and by a NASA Office of Earth Science grant to the COAPS authors. Simulations were performed on the IBM SPs at FloridaStateUniversity and the Naval Oceanographic Office. Computer time was provided by the DoD High Performance Computing Modernization Office, and by the FSU Academic Computing and Network Services.

 

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______________________

S. L. Morey, J. J. O’Brien, and J. Zavala-Hidalgo, Center for Ocean- Atmospheric Prediction Studies, FloridaStateUniversity, Tallahassee, FL32306-2840, USA. (morey@coaps.fsu.edu; obrien@coaps.fsu.edu; zavala@ coaps.fsu.edu) P. J. Martin and A. A. Wallcraft, Naval Research Laboratory, Stennis Space Center, MS39529-5004, USA. (martin@nrlssc.navy.mil; wallcraf@nrlssc.navy.mil)

 

 

De nuestra opinión

La falta de conocimiento de los enlaces termodinámicos entre ecosistemas tributarios y estuariales; merced a la deriva litoral; entre la capa límite térmica que acompaña al tributario a su salida y la correspondencia con el bordado de delicados cordones litorales de borde cuspidado, que tanto cuidan estas ordenadas salidas, como la ordenada deposición sedimentaria resultantes de las acreencias territoriales; la falta de reconocimiento de los procesos erosivos provocados por las convecciones externas; al igual que el desconocimiento de la función que como baterías convectivas aportan las áreas aledañas y la necesidad de los bordes lábiles y las costas blandas para permitir la transferencia de sus energías a las sangrías mayores que con ellas marchan; todos estos abismos elementales apreciamos transitar y contrastar.

Los gráficos que siguen a continuación son fruto del imaginario mecanicista apoyado en la manzana de Newton y en la ola oblicua supuestamente responsable de la deriva litoral; que como poco han estudiado, bien poco la proyectan en estas estimaciones de cronosedimentología graficadas.

Sorprende no hayan advertido los conos de deposición sedimentaria más allá de la plataforma continental y ya en el talud continental que mucho les alertaría de las antiguas salidas hace 18.000 años y la no poca influencia de los flujos de los tributarios al Este de la cuenca del Mississippi y sus propias salidas por los Breton y Chandeleur Sounds.

Tampoco advertimos reconocimiento de los distintos orígenes de las acreencias por cordones litorales que acompañan al Breton y Chandeleur Sounds, de aquellos otros que acompañan al Mississippi Sound.

Los conflictos vectoriales allí planteados por el desencuentro entre la deriva litoral que viene del Este y los flujos que vemos hoy saliendo desde la pata de gallo hacia el Este, nos permiten inferir que esos desencuentros y consiguientes sedimentaciones que esos gráficos proponen, quedaron resueltos como hoy muestra la realidad del lugar, generando encierros tan generadores de acumulación de calor, que dieron lugar al arranque de formidables energías convectivas capaces de volver a hacerse cargo de esos depósitos y llevarlos a continuar su marcha hacia el Oeste enlazando la deriva litoral a uno y otro lado de la inoportuna pata de gallo.

Si ellos mismos hoy se asociaran con la deriva litoral encontrarían un aliado insospechado para favorecer más ricos y ordenados transportes sedimentarios

Las mentadas compactaciones de suelo y enormes pérdidas de delta que acreditan, a mi parecer responden a la conformación de tan grandes baterías convectivas, inmediatas y externas al delta visible, que resuelven todo el impase que plantea la emergencia de la pata de gallo en medio de los senderos propios de la deriva litoral que quiso el destino marchara de Este a Oeste. Uso la expresión "destino" para no detenerme a analizar las razones de estas direcciones.

 

El desvío hacia el Este que muestra la imagen 2300BC buscando el encuentro con el cordón litoral que viene marchando de Este a Oeste, me resulta propio de quien ignora la deriva litoral y los procesos sedimentarios por capa límite térmica. Por ello desacredito que este encierro del lago haya sido como lo plantea el gráfico del 2000BC.

Si hubo tal sedimentación como la que muestran los gráficos del 1000BC y 1AD, más la acredito a las energías de la deriva litoral marchando de Este a Oeste. A menos que lograran probar que la deriva litoral marchaba hacia el Este, en dirección contraria a la actual y todos los cordones litorales hacia el Este hubieran sido bordados por los sedimentos del Mississippi y no de los ríos Choctawhatchee, Appalachicola y otros tributarios al Este del Mississippi; cuya actividad hace 18.000 años quedó acreditada por el gigantesco cono submarino de eyecciones que muestran la imágenes que siguen a estos gráficos

Los gráficos que siguen ya muestran los famosas compactaciones o robos de suelos deltarios acreditados a váya a saber qué historia ajena a la condición de formidable batería convectiva que se generó en esos encierros del Breton y Chandeleur Sound enfrentando las caldas aguas de la deriva litoral, que por entonces sólo tenían que ponerse de acuerdo para escapar de ellos llevándose la gran carga sedimentaria que ellos acreditan alguna vez estuvo allí. El trabajo de los flujos convectivos barriendo fondos es al parecer desconocido para estos cronosedimentólogos.

Todo el cordón litoral del actual Mississippi Sound fue forjado por la deriva litoral que hasta el día de hoy viene del Este. Hace 18.000 años conservaba la misma dirección. Y eso lo prueba, reitero, el cono hoy sumergido de descarga en el talud oceánico que acabamos de mostrar en la imagen anterior.

Mirando por los conos sumergidos de descarga de hace 18.000 años, del Mississippi y el Atchafalaya, comprobamos que salían directos y sin vueltas. Ningún desvío hacia el Este parece inferible como apunta el cronosedimentólogo en los gráficos del 1000BC y 1AD

. . . . .

Al subir los océanos comenzaron a bordar los cordones litorales responsables de todas las acreencias al Este del Mississippi, que no responden a este, sino a los ya citados Choctawhatchee, Appalachicola, Amarillo y otros.

La falta de enlaces termodinámicos con los flujos de la deriva litoral provoca la salida enfrentada de los dedos al Este de la pata de gallo que así forman los cordones externos al Breton y Chandeleur Sound.

El cordón externo al Mississippi Sound no me parece originado por los sedimentos del Mississippi, sino del Choctawhatchee, Appalachicola y Amarillo.

Me sorprende reitero, no haber visto un sólo estudio de deriva litoral, ni de los destinos de las eyecciones sedimentarias en los conos submarinos.

Las antiguas salidas del Mississippi se muestran en estos conos submarinos relacionados con salidas del Mississippi por los bajos del Atchafalaya y del Terrebonne. Por ello, me cuesta aceptar las proyecciones graficadas que no reconocen este soporte grabado a fuego en el fondo de la plataforma continental y en el propio talud oceánico.

 

 

El planteo de ignorar la deriva litoral facilita justificar el desastre actual de la pata de gallo deltaria y todas las sedimentaciones que por capa límite térmica se generan en el borde mismo de los canales una y otra vez profundizados y forzados en el inmenso lodazal de la salida; que de sostener apropiadas energías convectivas positivas y verlas acopladas a la deriva litoral, marcharían hacia el Oeste como lo indican los tránsitos y depósitos sedimentados a lo largo de milenios en esa curva del Golfo.

De todas maneras, algo de eso ocurre, pues el inmenso lodazal es también constitutivo de una formidable batería convectiva; que por desaparición de suelos y subsuelos deltarios atribuyen a compactación, en lugar de imaginar la labor de transporte de las enormes energías convectivas que de allí arrancan para sumarse a la deriva littoral.

En el curso interior, la desconexión de las baterías convectivas naturales que se fundaban merced a costas blandas y bordes lábiles reemplazadas por millares de obranzas de costas duras tablestacadas, es la que mantiene disociados a los flujos de salida con la deriva litoral y la que crea esos circuitos cerrados de sedimentos externos que vuelven a entrar en la pata de gallo invitados por las convecciones externas que generan los menores gradientes térmicos.

Conclusión

Una salida tributaria sin conexión a deriva litoral es desastre sedimentario asegurado, a menos que, como en el río Zaire, tenga cargada sus aguas con apropiada energía gravitacional y convectiva, y una fosa oceánica bien cercana para allí depositar sus cargas sedimentarias.

Si no existieran los conos de eyección en los taludes oceánicos, otra sería la historia de la sedimentología; que aunque hoy se descubra ciega, Natura igual se las arregla para llevar los sedimentos donde la sedimentología al parecer ni sueña.

Más allá del destino final de las descargas, enfrentar escasa energía mareal no es lo mismo que soslayar la consistente energía de deriva litoral. Si el Mississippi conservara sanas y bien conectadas sus baterías convectivas, ningún problema debería sostener a su salida, pues los flujos convectivos internos naturales positivos llevarían su carga sedimentaria rumbo a un largo viaje hacia el Oeste.

De hecho, así lo hacen. Pero merced a las torpezas de mil dragados para atender reclamos forzados, antes dan un par de vueltas.

Los mil canales profundizados y forzados en el hoy inmenso lodazal de salida sólo conforman una torpe lucha del hombre contra Natura que aquí en el Mississippi luce como no hay otro igual. Amazonas y Mississippi son ejemplos extremos opuesto que nos ayudarán a mirar por el delta del Paraná y en especial, los descalabros en su frente deltario.

El problema no son los sedimentos retenidos por los embalses, sino la ignorancia de los recursos convectivos que como formidables baterías convectivas aportan los humedales, sumada a sus desconecciones por la multiplicación de costas duras y la superlativa ignorancia de la función irremplazable de la deriva litoral.

El día que despierte a enlaces termodinámicos de sistemas naturales olárquicos abiertos, la sedimentología se escribirá de nuevo. Ese día llegará cuando la hidrología aprecie el valor de los flujos convectivos internos naturales positivos y su contrapartida convectiva externa negativa; cuando aprecie los gradientes térmicos que fundan los enlaces entre sistemas y la capa límite que ordena sedimentación. Es imposible pretender restaurar ecosistemas sin antes comprender estos meollos termodinámicos.

Un río con sanas energías convectivas y buenos enlaces a deriva litoral, no conforma sino mínimos desarrollos deltarios.

Con las debidas Gracias a mi Querida Musa Alflora Montiel Vivero

Francisco Javier de Amorrortu, 31 de Diciembre del 2011.