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Disociaciones naturales

Las disociaciones naturales en las aguas nos invitan a buscarles el sentido.

Esa misma invitación desaparece en los ingenieros hidráulicos cuando son ellos los que las provocan.

¿Por qué será que esa chatura de comportamientos conincide con la chatura de sus planteos matemáticos cargándole a la ley de la gravedad extrpolaciones que tanto responden a los límites de sus herramientas conceptuales como a las dificultades para imaginar cómo sigue la historia de los escurrimientos donde no hay pendientes?

En el primer caso, fácil resuta descubrir al sistema más débil protegido. En el segundo, al intervenir el hombre, el sistema más débil aparece muerto.

A los cursos exultantes los suelen calificar de sobreajustados; a los otros les cabe el mote de subajustados. Tan sólo hace unos pocos días atrás escuché a al ingeniero hidráulico presidente ejecutivo del ACUMAR hacerse cargo con discreción del mal destino que había alcanzado una obranza centenaria (1904-1936): la rectificación del Riachuelo. Pero ni una palabra alcanzó a regalar respecto del por qué mereció ese destino.

No reconozco una sola obranza en los sistemas hídricos de llanura donde el hombre haya acertado con la búsqueda de la solución a las penurias en las dinámicas de estos sistemas. La intervención ingenieril reitero, siempre siguió la ley de la gravedad y las matemáticas le ayudaron a fantasear donde resultaba imposible toda modelización.

Por supuesto, reconocían a la 2ª ley de la termodinámica; pero ni aún siendo ésta -en razón de su falta de mirada a la importancia de los gradientes-, inservible para ampliar mirada a ecología enriquecida a partir del encuentro vital de los ecosistemas, tampoco hicieron esfuerzo por salirse de sus cómodas seguridades académicas y laborales que incluían completa incapacidad para modelizar en laboratorio algo que tuviera que ver con procesos convectivos internos naturales positivos.

Que aunque no regalaran los soportes aseguradores ni el prestigio de las matemáticas, son sus materias y energías las que hacen el trabajo y las que como concretos fenómenos depiertan nuestra atención, golpeando nuestros sentidos. ¡Que sería de la meteorología si siguiera estacionada en los horizontes de la ciencia hidráulica. La aerodinámica es su compañera; aunque ya empiezan a despertar. Ver /formula1.html

Ninguno de los procesos convectivos internos naturales positivos, ya sea a nivel tectónico, como superficial o atmosférico les han despertado mínima curiosidad para dejar por un momento de lado los catecismos hidráulicos del medioevo y las seguridades que imaginar amasar con mecanicismos en modelos matemáticos luciendo a pleno.

Creer que estas síntesis mecánicas lograrían resumir y encorsetar a Natura es lo que les ha llevado a millones de desaciertos. Y aunque digan haber resuelto el problema dejaron siempre otro más grande al descubierto. Que como es el caso de las inútiles obras de rectificación del Riachuelo llegan al confesionario en voz inaudible con cien años de retardo, sin confesar el por qué del daño. Matan, pero no se preguntan cómo es que matan. Ver /congreso.html

Por ello, al hablar de disociaciones resulta inevitable empezar por aquellos que se han ahorrado de mirar en las fenomenales disociaciones que reinan en todas las aguas del planeta; ya se trate del más pequeño arroyo como del más grande de los océanos.

Decir que la ciencia hidráulica en planicies extremas ha muerto no es la solución; porque primero hay que mirar la factura de remediación. Y es de imaginar que quienes mueren y resucitan a la Vida en Vida, son mensajeros del afortunado milagro que reconocen sólo los que atienden las luces del amanecer. Es tan delicada la tremebundez del encuentro con estos desaciertos, que apropiado es dejar en manos del Angel de la Guarda de cada uno que regala sus señales en esos momentos donde los sueños entran en la primera vigilia del Alba.

Así nos lo sugiere Vicente Aleixandre en sus Criaturas en la Aurora.

Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia.

Entre las flores silvestres recogisteis cada manana el último, el pálido eco de la postrer estrella. Bebisteis ese cristalino fulgor, que como una mano purísima dice adiós a los hombres detrás de la fantástica presencia montanosa.

Bajo el azul naciente, entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros que vencían a fuerza de candor a la noche, amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi húmeda se desgarraba virginalmente para amaros, desnuda, pura, inviolada.

Aparecisteis entre la suavidad de las laderas, donde la yerba apacible ha recibido eternamente el beso instantáneo de la luna.

Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido que se tiende inefable mas allá de su misma apariencia.

La música de los ríos, la quietud de las alas, esas plumas que todavía con el recuerdo del día se plegaron para el amor, como para el sueño, entonaban su quietísimo éxtasis bajo el mágico soplo de la luz,

luna ferviente que aparecida en el cielo parece ignorar su efímero destino transparente.

La melancólica inclinación de los montes no significaban el arrepentimiento terreno ante la inevitable mutación de las horas:

era mas bien la tersura, la mórbida superficie del mundo que ofrecía su curva como un seno hechizado.

Allí vivisteis. Allí cada dia presenciasteis la tierra, la luz, el calor, el sondear lentísimo de los rayos celestes que adivinaban las formas, que palpaban tiernamente las laderas, los valles, los ríos con su ya casi brillante espada solar,

acero vívido que guarda aún, sin lágrimas, la amarillez tan íntima, la plateada faz de la luna retenida en sus ondas.

Allí nacían cada mañana los pájaros, sorprendentes, novísimos, vividores, celestes.

Las lenguas de la inocencia no decían palabras:

entre las ramas de los altos álamos blancos sonaban casi también vegetales, como el soplo en las frondas.

¡Pájaros de la dicha inicial, que se abrían estrenando sus alas, sin perder la gota virginal del rocío!

. . . oportunamente cada uno entenderá a qué refiere Aleixandre.

Como a toda criatura que desemboca en desestructuración nuclear, es la poetización en la materia y su energía el ámbito donde encuentra por décadas, camino de redención. Los versos pueden esperar; primero habrá que trabajar.

Estos versos dan anticipo de misterios que todavía falta recorrer; pero el camino no lo hacen los versos. Ser vate, no es el remedio. Es sólo un consuelo que anima a levantarse del suelo y empezar a mirar por la hendija de cada amanecer personal.

Así acerco anticipo concluyente de cual es mi mirada a la hidráulica que todavía insiste en usar la palabra "escurrir" donde las pendientes no superan los 4 milímetros por kilómetro. Demasiados milagros le piden, reitero, a la ley de la gravedad.

Pasemos entonces a disfrutar de las disociaciones naturales en aguas y algunas maravillas que nos entregan, antes de pasar revista a las provocadas por la hidráulica.

Comencemos por una que marcha solitaria sin costas duras, ni rectificación ingenieril de rumbos y de la que depende toda la Europa Atlántica para mantener alejada la glaciación.

Y de aquí saltemos a /disocio2.html donde veremos lo que sin ojos abiertos, con modelos matemáticas fundados en energías gravitacionales, hoy es imposible imaginar .