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La curva en el cordón, sus favores y su delicada condición

Estos textos, apurando reescrituras con miradas más agradecidas a los aportes que los cordones litorales acercan a las salidas de los flujos tributarios, quisieran detenerse en la curva del cordón de salida, pues en ella se define el inicio de un muy delicado proceso hidrogeomorfológico, asistiendo la imprescindible protección a los flujos;

tanto en el sentido de conformar un estrecho corredor que impide el ingreso de fondo de las frescas advecciones mareales; como en el de estirar por kilómetros el gradiente térmico que reclama la convección interna para hacer su marcha transfiriendo energías sin gasto al exterior.

Y de aquí los motivos que destacan la "hipersincronicidad" mareal de las derivas litorales, y de las salidas tributarias que marchan por ella.

Una vez entendido el valor de estos favores, más cerca estamos de entender el problema que se crea cuando se rompe el cordón; especialmente en la curva. Por eso referimos de ella.

Romper la curva del cordón, no importa el medio empleado, implica abrir el paso de la advección mareal al curso interior del tributario en forma directa; sin barreras.

Ese ingreso del agua más fresca de los reflujos es el responsable de la extrema precipitación sedimentaria en extremo desorden -pues es lo menos deseado-, dentro del curso tributario; con las consecuencias mortales que así cargan sus pulsos vitales.

De igual modo, pretender sacar a 90° una canalización a un cuerpo de agua mayor, implica llevarse por delante una capa límite térmica que no perdona ni se ahorra precipitación sedimentaria en las narices de su salida;

al tiempo de romper esas sedimentaciones el delicado flujo de la deriva litoral que por allí circula, forzando o acelerando la convección externa que es la madre de la erosión de las playas.

La instalación de escolleras en las riberas siempre apuntó a frenar la deriva litoral a cuya cuenta cargaban la erosión de las playas. Siendo que es exactamente lo contrario, pues ella las protege.

Sólo cuando tras agotar su proceso convectivo interno esas aguas tributarias que tímidamente convectaban montadas en la deriva litoral, les toca el turno de aceptar que ya el gradiente térmico que las separaba de los flujos más profundos se ha recortado, comienzan a convectar externamente desplegando una suave curva, limitando el arrastre erosivo.

La demora en alcanzar los despegues convectivos, tanto los internos como los externos, está en adición, gravada por las diferencias picnales (por la espesura de las aguas), siempre a favor de las hipopicnales.

La viscosidad de las aguas refiere tanto de una capa límite térmica, como hidroquímica.

Y esas capas límite refieren de la mayor parte de las dificultades que contemplan los flujos y que cargan las modelaciones matemáticas con complicaciones muchas veces inabordables en laboratorio.

Francisco Javier de Amorrortu

 

Dichos sobre el cordón litoral -confundido como isla;

con la Boca actual del Riachuelo que alguno acredita muy anterior a 1786;

y con el estrecho meandro de la Vuelta de Rocha que muy tardío devino lóbulo o eventración.

En 1536, la costa de Buenos Aires no ofrecía el mismo aspecto que en la actualidad. En la primera mitad del siglo XVI, barcos de trescientos cincuenta toneladas, podían entrar en él a media carga.

Luego de la fundación de Juan de Garay, el Riachuelo desembocaba donde lo hace en la actualidad. Pésima información.

Pero esta boca se hallaba obstruida en parte debido a la arena y la intrincada vegetación, por lo que presumimos, ni encontramos constancia que hayan pasado a través de la misma, navíos hasta fines del siglo XVIII, en que la descubrió un lanchero trajinista.

En Abril-Mayo de 1786 comenzaron a salir los caudales del Matanzas por la nueva boca; fruto de las obstrucciones que a los delicados flujos de salida por convección interna provocaron los demasiados navíos fondeados en su interior. Así rompieron obligados, aun casi inertes los tímidos caudales, la curva del cordón litoral.

Interrumpida la memoria que sostienen los procesos convectivos naturales, no les quedó a estas aguas más remedio, -y en oportunidad de grandes escurrentías-, que llevarse por delante la curva del antiguo cordón litoral.

Es bastante curioso que nadie haga referencias a la expresión "cordón litoral", siendo que esta es la concreta nombradía de estas manifestaciones hidrogeomorfológicas.

El Riachuelo es un río de antiguo cauce, su curso no experimentó más que pocas variaciones por sí mismo; pero el ser humano alteró su curso de acuerdo a las tesis sustentada por los sabios Florentino Ameghino y Aníbal Cardoso, en el Congreso Científico Internacional Americano celebrado en la ciudad de Buenos Aires, en la sesión del 19 de julio de 1910.

La Vuelta de Rocha formaba un remanso, pero no con la amplitud de la actualidad. Era un recodo estrecho, cuyo ancho mayor, en la zona navegable del vértice, no tenemos noticias si permitía virar a un navío.

En su libro Puntas de Santa María del Buen Aire "Lugar de la Fundación de Don Pedro de Mendoza", Juan José Nágera nos demuestra con un profundo estudio y documentaciones planimétricas, que la actual amplitud de la Vuelta de Rocha fue realizada por el hombre.

Otro craso error. Lo fue indirectamente al provocar la rotura en la curva del cordón. La eventración que se descubre en la Vuelta de Rocha es fruto del enfrentamiento de dos vectores: los tímidos descensos y las advecciones mareales que hasta allí no encontraban freno. Y allí mismo, por sus menores temperaturas provocaban la precipitación sedimentaria que desde el ingreso directo de los reflujos saturaron y hasta el infinito hoy saturan la eventración de Rocha y todo el cauce inferior del Matanzas.

Hace recalcar la desaparición del denominado "lóbulo" que podemos observar en los planos de Cerviño de 1814, de Bevans de 1823, de Sidnet de 1856, de Coghland de 1859 y de Bateman de 1871, en el plano publicado en 1888 por Latzina ya no se encuentra y que "la atractiva ampolla fue antaño uno de los tantos estrechos meandros del Riachuelo". Correcto enfoque.

Más enfoques

Cuando Don Pedro de Mendoza llegó al Río de la Plata, en la actual boca del Riachuelo comenzaba una isla de delta, larga y estrecha formada por los sedimentos que arrastraba este río, como así también existía un enorme banco de arena cubierto por las marrones aguas del Plata, que se extendía paralelamente a la playa de la barranca, y que comenzaba a aflorar en el lugar llamado alto de San Pedro, sitio correspondiente a la calle Humberto I, lo que puede observarse en los planos de esa época como "Planta de la Ciudad de Buenos Aires Delineada por El Ingeniero Joseph Bermúdez de 1713."

El Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires puso en venta esta isla que se encontraba en la boca del Riachuelo en su sesión realizada el 2 de mayo de 1682: "para que se consigan medios suficientes para el despacho del procurador que ha de yr a españa se junte a estos los que procedieren de los ochocientos setenta y cinco pesos y creses del vino… a esto se le agregue el empeño de las mazas de plata deste cavildo por no tener otro caudal ni propios la ciudad y assi mismo que se venda una yslita o ensenada que a muchos años posee esta ciudad media legua distante de ella desde vanda del Riachuelo de los navíos sin tener ni esperar haprovechamiento ni renta alguna de ella para que su balor por vía de suplemento recaiga en esto."

La isla mencionada la podemos observar en casi todos los planos de la época colonial, en los de Bermúdez de 1709 y 1713, la hace llegar por el norte a la altura del Alto de San Pedro. En el de 1713, sobre la barranca marcada con una M esta la "Casa de la Compañía Real de Guinea donde tiene los negros", la cual se hallaba a la altura de la Avenida Brasil actual. La "entrada del Riachuelo donde dan fondo las embarcaciones" señalada con una Q, avanza mucho más al norte, hasta llegar a una "fábrica de teja y ladrillo del rey, llamado San Pedro".

En 1792, Manuel Ozores realizó un plano en donde la isla claramente definida llega hasta la calle Humberto I.

Otro plano, el de Domingo Petrarca de 1729, reproduce particularmente la boca del Riachuelo, formada por la playa de la barranca y la nombrada isla, con una leyenda informando que el Riachuelo es el Puerto de la Ciudad de Buenos Ayres y que la recordada Guardia del Riachuelo se encontraba "en un paraxe expuesto de todas las crecientes del Río, en un terreno muy baxo". En este mismo plano podemos observar la isla llena de sauces y árboles y en especial gran parte del banco de arena.

Esta isla llamada Isla del Pozo y la playa de la barranca formaban un pequeño canal que recorría unos trescientos metros antes que la desembocadura del Riachuelo, hasta el sitio donde terminaba la isla, situada frente al Alto de San Pedro.

Los que llegaron con el Primer Adelantado, llamaban a ese pequeño canal "Río Pequeño", con el tiempo "Río de Buenos Ayres" y después de la segunda fundación "Riachuelo" o "Riachuelo de los Navíos".

Bermúdez en sus planos lo denomina Riachuelo, pero en el realizado por Pedro Cerviño en 1814, éste lo señaló con la nota "cauce antiguo del Riachuelo que se va cegando".

Al respecto, el historiador Manuel Ricardo Trelles dijo: "la parte de su antiguo cauce que lamía la barranca de la ciudad que mira al este fue cegándose gradualmente durante los dos primeros siglos del descubrimiento del surgidero hasta obligarle a abrir una nueva boca, descubierta a fines del siglo XVIII por un lanchero cuyo nombre no se ha conservado, conocido popularmente con el nombre de El Traginista, que el público aplicó también a la nueva boca". En homenaje al trajín que el pobre remero realizaba cruzando todos los días del año, gente en su bote.

Francisco Ruiz Galán en una Información de 1539 realizada entre los pilotos que se encontraba en el Puerto de Buenos Aires, nos refiere de las buenas condiciones del mismo, que todos expresaron de que el Puerto se había hecho en el mejor lugar que se pudo hallar y el testigo maestre Vasco Rodríguez dejó constancia "que las naos de Mendoza entraron en este Puerto syn peligro y en él estuvieron surtas tiempo de dos años poco más o menos".

Deja sin referir de la gran nao varada muy adentro de la costa que nunca logró ser sacada de su varadura. Y que por ello fuera utilizada como fortaleza por los 50 pobladores que se rehusaron marchar a Asunción tras la partida de Mendoza.

Según el fotógrafo Cristiano Junior, sus restos siguieron prestando utilidad como cárcel hasta que la tormenta del 5 y 6 de Junio de 1805 acabó con ella.

La única forma en que tan tremenda varadura pudo provocarse tuvo que ser debida al ingreso por encima del cordón en crecida de fuerte sudestada; e impulsada por el viento no hubo forma de frenar su embestida viendo cómo su ancla inútilmente garreaba. Tal vez incluso fuera de noche y las luces de naos fondeadas en el interior del curso, sometido a fuerte sudestada, le tentaron a un ingreso "suicida". Está bien claro que la curva del cordón no reconocía por 1536 arboleda ninguna.

En 1713, el Gobernador Alonso de Arce y Soria escribió al Rey Felipe V, que "el Riachuelo que llaman de los Navíos, es el único desembarcadero de a pie enjuto que hay en toda la costa de este gran río".

Evidentemente que con la tierra que arrastraba y acumulaba el Riachuelo junto al banco de arena, se formó la llamada Isla del Pozo que se encontraba cubierta por sauces y altos pastos, se prolongaba en forma subfluvial paralela a la costa de barrancas, llegando hasta el Retiro, formando consecuentemente un canal cuyo curso había que forzosamente tomar para llegar al Puerto, o sea donde el banco se hacía divisable y se abría la boca del canal que expedicionarios de Mendoza primero llamaron río pequeño y más tarde Riachuelo. Correcta descripción del cordón litoral.

Para poder llegar a la entrada del Puerto había que embocar este canal a la altura del actual El Retiro, lugar donde se hallaba la boca subfluvial de entrada y navegarlo hasta donde comenzaba la parte visible del banco de arena.

Para afirmar sobre el particular, podemos referirnos a una carta que el Cabildo de Buenos Aires remitió el 28 de julio de 1600 al Rey Felipe III, informando de la llegada del navío holandés Mundo de Plata, el 29 de julio de 1599, diciendo: "vino el capitán a pedir un marinero que les enseñase el Canal para meter el navío, y diéronsele dos…"

El pozo del que hablamos anteriormente era también denominado Puerto ya que allí surgían los navíos a la espera de que los prácticos los llevaran por el canal hasta hacerlos entrar en el Riachuelo, cuya boca comenzaba frente al Alto de San Pedro.

También revisando los Testimonios de las partidas cobradas por Almojarifazgo en el Puerto de Buenos Ayres en el año 1600, se puede leer con bastante asiduidad: "Primeramente, en el pozo y Puerto desta dicha ciudad surgió una carauela nombrada Nuestra Señora de Gracia…"; "en el pozo Puerto desta ciudad": "en el dicho pozo…".

El Gobernador del Río de la Plata José de Garro, en 1681, determinó que el paraje denominado San Sebastián, en el actual El Retiro, era el más adecuado para la construcción de un fuerte: "desde él se predomina la campaña, la marina, la ciudad y la canal de la punta del banco por donde precisamente han de entrar cualesquier bajeles que vengan a este Puerto".

Asimismo, Hernando de Montalvo escribió al Consejo de Indias el 20 de marzo de 1590, que: "Buenos Ayres tiene muy buen Puerto ques un riachuelo y dentro dél tiene quatro y cinco braças de fondo el canal para entrar en él tiene muchas vezes doce palmos y otras catorce y dieciseis y veinte con aguas vivas".

También Ruy Díaz de Guzmán describió: "el Puerto de Buenos Ayres es muy desabrigado y corren muchos riesgos los navíos estando surtos donde llaman Los Pozos, por estar algo distantes de la tierra.

.. . . . . . . ..

Mas la divina providencia proveyó de un Riachuelo que tiene la ciudad por la parte de abajo como una milla, tan acomodado y seguro que metidos dentro de él los navíos no siendo muy grandes, pueden estar sin amarrar con toda seguridad como si estuvieran en una caja".

El 28 de marzo de 1607 el Gobernador Hernandarias en un escrito hizo destacar la escaséz de agua en el curso del Riachuelo de los Navíos. A su entender el Puerto del Riachuelo era "el más fuerte y acomodado reparo" que existía para para las embarcaciones. En ese lugar "el enemigo no puede entrar por el evidente peligro de la poca agua como lo vemos cada día al entrar y salir de cualquier navichuelo, aunque sea lancha, ser fuerza que haya marea y no la habiendo es como tenerlos varados en tierra y vacíos, pues el tiempo que están allí dentro no tienen más que solo el lastre ni puede aprovecharse de ellos el enemigo más que para pegarles fuego".

Ya en 1703 las autoridades del Cabildo se encontraban preocupadas por el citado canal dado el continuo y progresivo relleno por el lodo aluvional del Riachuelo.

El Ingeniero José Bermúdez indicaba en su plano "que el Pozo de San Sebastián se ha ido cegando y hace veinte años que no se usa".

Y un informe presentado en 1709 por el mismo Bermúdez reiteraba que el Riachuelo "se va cerrando y en breves años se cerrará, que no serán capaz de entrar ni salir embarcaciones ni aun muy chicas, pues hoy sucede que en estando el río bajo no puede salir un bote vacío".

En un informe el Práctico de Puerto Juan Zamudio confirmó en 1708 que: "ni el dicho Pozo ni su entrada tienen la misma agua que entonces por haberse ido cerrando con las aguas arriba". Por haberse ido cerrando con la precipitación sedimentaria que provoca la capa límite térmica de los reflujos ingresando directamente en el curso, tras haberse roto la curva del cordón.

Refiriéndose a los Pozos de La Merced, Santo Domingo y San Francisco, reconoció que en otros años "eran capaces de navíos de quinientas toneladas pero que hoy están totalmente cerrados el de La Merced y el de Santo Domingo, y el de San Francisco solamente podrá dar fondo una a dos embarcaciones de ciento y diez a ciento y veinte toneladas".

Otra referencia es la Información de Agustín de Robles que admitió: "que se va cegando el Riachuelo pero porque siendo toda arena, con hacerla mover mover cuando baja la marea, la misma corriente que la trajo la volverá a llevar, como se ha hecho otras veces".

En 1805, en un informe del Mayor de Ingenieros Antonio María Duarte nos relata una serie de informes relacionados con el poco caudal de agua "La prodigiosa cantidad de tierra que de toda la ciudad arrastran las frecuentes lluvias al río y la que sus aguas habrán robado en el discurso de años de las excavaciones y terraplenes hechos para varios fines en sus inmediaciones, no encuentra agua corriente que la lleve, ante bien, movidas en direcciones encontradas por el continuo flujo y reflujo, se va depositando y disminuyendo el fondo;

las aguas en las frecuentes mareas sordas, más o menos crecidas, se van extendiendo sobre la margen, descargando el nuevo terreno que ocupan y ganando más y más sucesivamente, de modo que, en los recios temporales, llegan con caudal y fuerza suficiente a destruir lo que antes apenas bañaban.

Con efecto en el día no hay señal del terreno en que he conocido fundadas algunas casas, siendo casi intransitable, aun cuando se retire el río, todo el terreno bajo que hace algunos años siempre se transitaba cómodamente en carruaje y a pie… También los muchos tablones, maderos y otros cuerpos que traen las aguas y los botes y barcos que, rotas sus amarras, vienen a la costa, son otras tantas máquinas que conmueven, debilitan y arruinan".

 

"Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir. / Allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir. / Allí los ríos caudales, /allí los otros medianos / y más chicos. / Allegados son iguales / los que viven por sus manos / y los ricos". Jorge Manrique

 

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